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CAPITALOCENO

Término que procura fijar el vínculo inherente entre Antropoceno y capitalismo, entendiendo que la crisis ambiental exige una profunda revisión del modelo dominante de gestión planetaria. Crítica radical que apunta a los patrones culturales que permanecen como punto ciego incluso en los llamados “postmodernismos”, a saber: el progreso como dinámica inherente del tiempo y la división sujeto/objeto como molde primario de toda percepción.

Carlos Huffman

Sin título de la serie Doce jinetes para tres finales, 2009
Óleo e impresión UV inkjet sobre tela, 200 x 300 cm

Carlos Huffmann – (Ciudad de Buenos Aires, 1980). Vive y trabaja en la Ciudad de Buenos Aires.

 

Huffmann es un artista pluridisciplinario que trabaja, en general, sobre la indistinción entre documento, ficción, y realidad. Más bien, en cómo la ficción configura nuestro acercamiento a la realidad misma. Atravesado por la crisis ecológica a nivel planetario, desde hace unos años comenzó a indagar con mayor profundidad en todos los elementos tecnocráticos que configuran el relato del Antropoceno.

Hace un par de décadas un nuevo concepto condensa con potencia catastrófica un modo de caracterizar el mundo: Antropoceno. Concepto propuesto por Crutzen y Stoermer para designar una nueva era geológica basada en la escala, el alcance y la intensidad de la intervención humana en la Tierra. Por eso, no sólo es un concepto para designar una era, es también una advertencia ante la devastación ambiental sin precedentes que puede dar lugar a la sexta extinción. El Antropoceno es un desafío para la imaginación. O para su imposibilidad: como ha sido repetido en varias ocasiones, hoy es posible imaginar el fin del mundo pero no el fin del capitalismo. Eduardo Viveiros de Castro y Deborah Danowski analizan la imaginería apocalíptica como síntoma de una modernidad occidental atrapada en oposiciones binarias: naturaleza/cultura, humano/no humano. Van a señalar que existen tres imaginarios posibles: un mundo sin nosotros (la humanidad extinguida en un planeta que continúa existiendo), un nosotros sin mundo (el planeta ha sido devastado pero la humanidad continúa) o su propia propuesta de pensar desde el perspectivismo amerindio la mutua dependencia de mundo y nosotros (cada nosotros es en función de un mundo, cada mundo es en función de un nosotros) Por ello, junto a otros autores como Bruno Latour, Donna Haraway o Isabelle Stengers, tratan de cuestionar y superar esas dicotomías que nos atraviesan.

Sin título, de la serie 12 jinetes para 3 finales (2010). Imaginarios del fin: un camión del mundo-mercancía como mundo-basura del que huyen los últimos pájaros. Restos de la humanidad artificial. O la humanidad como resto. Humano-mercancía: existencia dedicada a recoger al infinito su propia basura. Ruinas de lo humano ausente en un camión imaginario. Humanos, máquinas, animales. Imaginarios del fin: ya ninguna clasificación ontológica permanece estanca. El final tendrá la forma de la acumulación capitalista: basura sobre basura. Basura: resto humano. Basura: ruina de un mundo. La época como un campo de escombros. 

Otro fin del mundo es posible. Otro final. En una esquina, un papel borroso testimonia la plegaria del punto final: ten piedad de mí. La piedad de un dios ausente. La piedad de un mundo sin dios. Sólo piedad. El final será también el testimonio de una piedad imposible.


Por Emmanuel Biset
Víctor Grippo

Síntesis, 1972
Papa y carbón, 4 x 11 x 18 cm

Víctor Grippo  (Pcia. de Buenos Aires, 1936 - Ciudad de Buenos Aires, 2002)

 

La preocupación alquímica por la transmutación de la materia atraviesa el cuerpo de obra de Víctor Grippo, que resignifica elementos cotidianos (papas, rosas, mesas y herramientas de trabajo, entre otros) en imágenes simbólicas. Acercando arte y ciencia, el artista se valió de procedimientos adquiridos en sus estudios de química para la práctica artística, con la convicción de que la razón no es suficiente para comprender la realidad. Su participación en el Grupo de los Trece y luego el Grupo CAyC lo alineó con las búsquedas conceptuales que promovió el Centro, convirtiéndose en un exponente emblemático de sus manifestaciones locales.

Las papas protagonizan la serie Analogías que Grippo desarrolló entre 1970 y 1977, en la que investigó la capacidad de este vegetal para contener energía. Presentada en la exposición Arte de Sistemas, organizada por el CAyC en el Museo de Arte Moderno en 1971, Analogía I se conforma de 24 papas dispuestas en las celdas individuales de un tablero de madera, conectadas entre sí por electrodos de zinc y de cobre que se insertan en cada una. En el centro, un botón permite al espectador activar un voltímetro que indica la suma de energía total obtenida. 

La analogía mencionada en el título remite a otras versiones de la misma obra donde un texto explicita la analogía entre la papa y la conciencia. Al afirmar la ampliación de la conciencia, y pensada en el contexto político de su producción, la obra fue interpretada sobre todo como metáfora social en alusión a la capacidad transformadora de la energía colectiva. En ese mismo texto, la mención de su nombre quichua subraya el origen americano de la papa, cuyo cultivo se extendió a nivel global luego de la conquista y la convirtió en el alimento básico de los pobres. Si por un lado se puede pensar la obra en términos del extractivismo colonial y la consecuente circulación intercontinental de este vegetal, por otro es posible encontrar en ella concepciones animistas desterradas con los procesos colonizadores europeos. Mediante la demostración de la energía latente en el tubérculo, la obra revela una noción de la materia que se advierte no ya pasiva e inanimada, sino dotada de agencia propia: la papa tiene vida, energía y capacidad de transformación. De este modo, propone fisuras sobre la división ontológica que separó a sujetos de objetos, acercándose a las cosmovisiones indígenas que consideran las intencionalidades de existencias no humanas. Poniendo en duda la dualidad entre cultura y naturaleza, el mismo artista afirmaba en otra obra: “naturalizar al hombre, humanizar la naturaleza”. 

En Síntesis (1972), una papa es yuxtapuesta a un pedazo de carbón, de forma y tamaño similar. Elementos análogos en estados disímiles o con proveniencias geológicas diferentes, sintetizan también dos formas distintas de generar energía. Mientras la extracción y utilización del carbón fue fundamental para el desarrollo de la primera revolución industrial, que algunos ubican como el inicio de la era geológica denominada Antropoceno, Grippo encontraba en la papa un modo alternativo para la obtención de energía que puede ser considerado hoy en línea con las discusiones por la soberanía energética. La búsqueda de formas más amables con el ambiente, que privilegien la producción local, contemplen la alteridad y escapen a la explotación mercantilizada de recursos, son algunos de los planteos que se abren así a partir de esta obra. 


Por Mercedes Claus