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DERECHOS DE LA NATURALEZA

En 2008, la República del Ecuador incorpora en su Constitución a la naturaleza como sujeto de derecho; en 2019 también el Estado Plurinacional de Bolivia. Es relevante que el concepto de “naturaleza” considerado responde a la visión integral y no binaria entre lo humano y lo no humano que sostienen los pueblos indígenas, la cual difiere tanto de la concepción puramente económica de “recurso” como también de la noción objetiva de un “medio ambiente” a preservar.

Iconoclasistas

Mapoteca colaborativa, 2009-2020
Cartografías socio ambientales generadas a partir de la sistematización de mapeos colectivos.
Dibujos, mapas y maquetados digitales vectoriales, fotografía, medidas variables

Iconoclasistas – (Julia Risler –Pcia. de Córdoba, 1973– y Pablo Ares –Pcia. de Buenos Aires, 1965) En actividad desde 2006. Viven y trabajan en la Ciudad de Buenos Aires.

 

Conformado en 2006 como un espacio de investigación dentro del campo de la comunicación social, el colectivo parte desde la idea de laboratorio, lo cual implica la experimentación creativa en diferentes soportes y formatos gráfico-conceptuales que apuntan a crear herramientas de investigación conjuntas. A partir de una hibridación de diferentes prácticas vinculadas a recursos cartográficos, de diseño e intervenciones urbanas, crean en 2008 el Mapeo Colectivo, una práctica colaborativa junto a diferentes actores sociales en pos de la creación de instrumentos comunes de transformación. Desde este dispositivo han realizado innumerable cantidad de talleres de creación poético-político-afectiva y han publicado además el Manual de Mapeo Colectivo, que recopila, sistematiza y socializa las experiencias transitadas para ser reutilizadas.

Mapoteca socio ambiental colaborativa recupera el dispositivo del mapeo como cartografía crítica a partir de la organización de un taller (previa organización con movimientos sociales y relevamiento de problemáticas a profundizar) de intercambio grupal de ejes comunes y espacios de construcción de conocimiento que se verá plasmado luego en la creación de una mapoteca colaborativa de relatos gráficos generada a partir del procesamiento de datos de todo el mapeo colectivo previo. Las problemáticas socio ambientales abarcan una amplia gama, como el crecimiento de la industria extractiva (y la consecuente destrucción de la agricultura familiar), el trabajo de las mujeres rurales y campesinas y la implementación de políticas de cuidado, la explotación de territorios a partir de la megaminería o el fracking en los distintos territorios. Los mapas no solo visibilizan los territorios afectados por todas estas políticas ecocidas, sino también cómo se constituyen y quiénes son los cuerpos resistentes a estas políticas, poniendo en evidencia las políticas de represión, estigmatización y destrucción de saberes ancestrales, economías regionales y biodiversidad del territorio.

Iconoclasistas viene realizando, desde hace varios años, una profundización de su investigación en torno a la problemática socioambiental a nivel local e internacional, compartiendo trabajos con organizaciones ecofeministas, redes de agricultores, grupos comunales, dentro y fuera de espacios formales. Las actividades vinculadas a esta temática repiensan las configuraciones del relato histórico canónico de herencia colonial en las prácticas internalizadas de expropiación y apropiación de recursos naturales y de perpetuación de violencias y desigualdades. La revisión a partir del trabajo en común apunta a la creación de nuevas gramáticas colectivas que puedan contribuir a desmontar esos sentidos socialmente construidos.


Por Laura Lina
m7red , Julián D'Angiolillo

Asamblea de humanos y no humanos, 2007
Investigación, conversación y video, 14’ 30”

m7red y Julián D’Angiolillo 

 

m7red es un grupo de investigación y activismo independiente enfocado en la descripción y traducción colectiva de escenarios urbanos complejos. Mauricio Corbalán y Pío Torroja comenzaron a trabajar en Buenos Aires en el 2005. 

“La creciente complejidad de las situaciones ecológicas y socio-técnicas en las que estamos inmersos implican niveles de incertidumbre que provocan conflictos y controversias; las distinciones radicales entre humanos y no humanos, entre expertos y no expertos, que alguna vez estabilizaron y marginaron aquellas incertidumbres y conflictos, son cada vez menos operativas. Necesitamos producir condiciones para poder describir y articular estos mundos heterogéneos. Nuestra práctica intenta de/construir estas controversias generando redes de traducción entre actores involucrados en situaciones complejas.”

Cuando una cuenca tripartita aloja una controversia que llega a la Corte Suprema de Justicia su condición de campo de batalla ecológico y político se vuelve evidente. Actores humanos y no humanos (aguas negras, poblaciones precarias, agencias gubernamentales, industrias contaminantes, técnicos, residuos, etc.) constituyen aquí una suerte de teatro urbano, de asamblea sin paredes, en donde humanos y no humanos pudieran tener algo que decir en una controversia pública. m7red diseñó, en sus propias palabras, un dispositivo escénico compuesto por una mesa con seis expertos de diversas áreas y una “voz” artificial que los interpelaba. El objetivo del dispositivo era hacer aparecer, colectivamente, a un actor privilegiado en este escenario: la «mierda urbana» de la cuenca. 

m7red propone ubicar el Riachuelo en el centro de una controversia. Eso supone designarlo como escenario de litigio y desacuerdo en el que los conocimientos técnicos y científicos no sólo no son capaces de reducir las dudas, sino que las amplifican. Pero también teatralizan la otra cara de lo controversial, la lucha por su representatividad, por constituirse –alguno de los actores– en su portavoz: desenmascaran el desacuerdo sobre la capacidad de un actor de hablar y decidir en nombre de otro(s). En esta asamblea de humanos y no humanos en la cuenca del Matanza Riachuelo se despliega una política que, al incluir las “cosas” en su “parlamento”, ensancha el mundo de lo común. 


Por Daniela Gutiérrez
Faivovich & Goldberg

Decomiso, 2016
405 fotografías-print selladas y numeradas, 258 expedientes con documentos notariados, archivero y estanterías, dimensiones variables

Patio santiagueño, 2016
Audio, 12’ 42”, video 49’ 39”, en loop.

Faivovich & Goldberg – (Ciudad de Buenos Aires, 1977); (París, Francia, 1978) Viven y trabajan en la Ciudad de Buenos Aires. 

 

Desde 2006, desarrollan el proyecto de investigación Una guía a Campo del Cielo a partir de una lluvia de meteoritos ocurrida en el norte de la Argentina hace 4.000 años. Combinando los roles de artista, científico, historiador y hasta burócrata, ofrecen nuevas formas de ver y experimentar los resultados terrestres de un evento cósmico. La trascendencia histórico-cultural del fenómeno atraviesa desde la conquista de América a la conquista del espacio exterior, pasando por las tradiciones indígenas, la carrera espacial y el folclore cultural y patrimonial de la Argentina contemporánea. A partir de la ingeniería institucional como método y herramienta de trabajo, el dúo incentivó la promoción de leyes y la creación de sellos postales, intervino archivos y puso en contacto a Estados nacionales, eminencias científicas y fuerzas armadas, a comunidades indígenas y la ONU, sin perder la dimensión poética como motor de cada movimiento.

Decomiso surge a partir de 405 rocas extraterrestres incautadas por la Fiscalía de Estado de Santiago del Estero en junio de 2014, luego del allanamiento de un establecimiento rural de dicha provincia. Dos años después, Faivovich & Goldberg lograron ingresar a la Fiscalía con el proyecto de indexar los meteoritos decomisados. Según las actas labradas por la escribanía del Gobierno de la provincia, participaron en el procedimiento como artistas visuales e investigadores. La actuación duró tres jornadas, de las cuales surgieron dos piezas. Por un lado Decomiso, los 405 retratos fotográficos que, junto a los expedientes con la indexación y el peso, dan identidad visual y legal a cada uno de esos meteoritos sepultados bajo cerrojos legales. El decomiso es una figura donde se formaliza algo de cuyo origen ilegal se conoce poco y cuyo derrotero legal posiblemente sea la reinserción en la opacidad; los artistas intervienen allí para generar un momento preciso de visibilidad. Por otro lado, Patio santiagueño, el registro audiovisual que documenta cómo los artistas junto a una decena de funcionarios van trasladando, limpiando, pesando y retratando a los 3.500 kg de materia extraterrestre para, finalmente, inscribir su nombre a un cuerpo celeste más antiguo que la Tierra y que sobrevivirá a la especie humana. Esta pieza tiene su génesis en el encuentro entre el registro de las jornadas de trabajo y la música folclórica santiagueña, la herramienta de trasmisión cultural más tradicional de la zona.

Decomiso expone cómo una Fiscalía provincial desarma su cotidianidad ante la llegada de un elemento extraño: dos artistas indicando cómo manipular piedras alienígenas que cambiaron de manos privadas a públicas; un tesoro cósmico que es incautado como patrimonio provincial. Pero el video Patio santiagueño también contiene una carga de extrañeza para los espectadores del museo de arte de la Universidad de Arizona, donde los artistas exponen la instalación en 2018. Un territorio con una fuerte tradición en la exploración científica y la explotación comercial de meteoritos, a cuyo imaginario cósmico se le agrega una insospechada dimensión telúrica sobre cómo manipular esos restos espaciales. Un país que estuvo acostumbrado a sembrar la tierra y otro que se va acostumbrando a conquistar el cielo. La pregunta que se abre entre lo folclórico y lo universal no es sólo quién es dueño de esos meteoritos que cayeron en tierras indígenas del Chaco Austral, sino quién es actualmente el dueño del cielo1 y su imaginario. Quiénes inscriben y rescriben las narrativas de un futuro transplanetario, en torno al cual no sólo se está librando una batalla sobre la dominación del sistema solar.


Por Javier Villa
  1. Con esta pregunta, Julio César Morales abre su texto sobre Decomiso en la exposición del Museo de Arte de la Universidad de Arizona.
Casa Río Lab

Imaginario extractivismos, 2019

Imaginario desierto, 2019

Imaginario mutante, 2019

Imaginario ecocuerpos, 2019

Imaginario flotante, 2019

Imaginario solar, 2019

Imaginario pantano, 2019

Imaginario incierto, 2019

Imaginario antropoceno, 2019

Ley de humedales ya, 2019

10 afiches de 75 x 50 cm
 

Casa Río Lab  

 

Durante la década del 90, la desregulación y privatización de la vida pública trajo como consecuencia el desmantelamiento de la vieja infraestructura “nacional" que tutelaba los territorios. La reconversión del complejo agroexportador por la soja transgénica y la Hidrovía implicó un profundo proceso de reconfiguración territorial de la Cuenca del Plata. En este escenario de retiro del Estado e impulso de iniciativas de infraestructura de gran escala como IIRSA, comienza el redescubrimiento de los "soportes de vida” que sostenían a esos territorios. “¿Quién diseña los territorios?” es la pregunta que desde entonces ha formulado Alejandro Meitin. A principios de los 90, organizaciones ecologistas comienzan a vislumbrar la necesidad de pensar en una política ambiental sostenida por redes autónomas más que por gobiernos. Es allí cuando surge Ala Plástica en la ciudad de La Plata. Conformado por Alejandro Meitin (de formación abogado), Silvina Babich y Rafael Santos, AP comenzó como un grupo multidisciplinario con enfoque en la práctica artística como formato de investigación; este modo de práctica estaba motivado por su propia condición de habitantes de Punta Lara, un territorio en permanente crisis ambiental. Utilizando el discurso del modo participativo del arte contemporáneo y la expansión rizomática de los territorios, investigaron allí durante años –con la colaboración de Magdalena Catoggio– la dinámica de producción costera de objetos de mimbre, incluyendo sus técnicas de cultivo, cosecha y tramado artesanal. Ala Plástica retoma la iniciativa bio-regional llevando a cabo el relevamiento de los daños ambientales causados por el derrame de petróleo que ocurrió en 1999, próximo al balneario del municipio de Magdalena. Sus informes constituyeron la principal evidencia en el juicio público contra la empresa Shell, oficiando como perito técnico no-gubernamental, y anticipando una forma de activismo que más tarde veríamos en la Arquitectura Forense de Eyal Weizman. 

 

Luego de la disolución de Ala Plástica en 2016, Alejandro Meitin funda, en su hogar de Villa del Plata, Casa Río, un “laboratorio del poder hacer” donde despliega un nuevo programa de investigación sobre la Cuenca del Plata, basado en una larga colaboración teórica con Brian Holmes, en particular con la muestra La Tierra (no) resistirá, que indaga sobre los alcances del Antropoceno en las cuencas hídricas de los subcontinentes americanos. A diferencia de proyectos anteriores donde cobraban mayor relevancia los procesos asamblearios y la vida de la comunidad, en esta instancia se visibilizan también conflictos geopolíticos a escala regional; esto implica el recurso de la cartografía colaborativa para dar cuenta de proyectos infraestructurales, controversias de la explotación del suelo y demarcaciones de sistemas hídricos. Hoy Casa Río es un activo participante en la campaña que busca la aprobación de la Ley de Humedales, vector político que encolumna a las mayores organizaciones ambientales de la Cuenca del Plata frente a la creciente destrucción de ecosistemas por incendios intencionales en diversas áreas del Paraná, a manos del agronegocio en complicidad con la ganadería y el desarrollo inmobiliario.


Por m7red
Cultura Chancay

El árbol de la vida, Chancay, Perú, Período Intermedio Tardío (900 - 1476 d.C.)
Composición con diversos elementos sobre soporte de elementos vegetales, 97 x 86 x 86 cm

Cultura ChancayEl árbol de la vida, Período Intermedio Tardío (900-1476 d.C.), Textil tridimensional sobre soporte de elementos vegetales, 97 x 86 x 86 cm

 

La civilización Chancay tuvo lugar en los valles y costa de la zona central de Perú, a partir de 1200, decayendo en el siglo XV con el avance del Imperio Inca. Tomando los patrones clásicos de evolución cultural, podemos decir que llegó a ser una sociedad estratificada, con desarrollo urbano y jerarquización constructiva de arquitectura religiosa y política, y con una economía agraria con avances técnicos hídricos y amplio despliegue del comercio.

La pieza exhibida es un textil tridimensional o escultórico en el que un árbol es constituido a partir de materialidades de su propio reino (fibras y tintes vegetales). Se trata de un objeto ritual, de funcionalidad simbólica, muy probablemente funerario. En la colección del Museo Nacional de Bellas Artes está nombrado como El árbol de la vida. Se trata de un mitema ampliamente extendido: en diversas épocas y culturas la figura del árbol es asociada tanto a la continuidad del ciclo de la vida (muerte y renacimiento) como al eje de conexión entre la tierra y el cielo: las raíces comunican con el inframundo o el pasado, el tronco con la vida actual y su copa y frutos con la elevación o transmutación en nuevos seres. Por otra parte, los procedimientos textiles tienen en muchas culturas originarias también sentidos que trascienden las funciones de uso: el tejido se vincula al tramado de historias en un soporte material que garantiza su memoria y transmisión.

Sea cual fuere la específica interpretación etnográfica de este objeto, colocado en el eje central por donde se accede a esta sala, confiamos a este árbol la función de acogernos en bienvenida y de oficiar de clave de las restantes obras expuestas, a través de su potencial fabulatorio especulativo. Humanos y no humanos enredados en la misma trama de vida y muerte, de supervivencia, de cuidado mutuo y de relevo. Y también de traspaso de historias-tejido que permitan, como estos frutos y como querría Donna Haraway, contar otras historias.


Por Florencia Kusch - Valeria González