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SEPARACIÓN

Operación de negación conceptual o de destrucción física de las relacionalidades simbióticas inherentes a la vida, central tanto a las taxonomías jerárquicas de las biologías modernas como a las estrategias de dominio sobre humanos y no humanos.

Margarita Paksa

Sin título o El avance urbano, 1996
Hierro y pasto, 300 x 300 x 7 cm

Margarita Paksa – (Ciudad de Buenos Aires, 1936 - 2020)

 

La obra de esta artista conceptualista contrapuntea con la modernidad argentina, desde el Instituto Di Tella y Tucumán Arde, en los últimos años sesenta, hasta las primeras décadas del siglo XXI. Una modernidad dislocada, extrema, dependiente, pobre. El avance urbano es un tajo en una década, la de los noventa –la postdictadura frente los ojos de todxs y en esos ojos también–, que se ufanaba de presenciar, y de volver espectáculo, cómo la Argentina se estaba incorporando de lleno a la globalización. Tajo y también hendidura produce la obra de Paksa a través de la cual no es la desigualdad y el abandono lo que asalta –recordemos que en ese mismo año las nuevas formas de la protesta social hacían nacer en Cutral Có a los piqueteros–, sino el sentido mismo de esa nueva vuelta de tuerca de la modernización. Así, el despliegue urbano está a un tris de aplastar, ¿de aplastar qué? Escribió Tulio Halperin Donghi que la Argentina fue la concreción de un proyecto que hizo “una nación para el desierto”, imagen que con su injusticia e incluso crueldad a cuestas resume bien lo que las clases acomodadas pensaron desde mediados del siglo XIX sobre este país. El verde sobre el que la plancha de metal está por caer recuerda que el desierto nunca fue el vacío que aún hoy se supone y postula. Y que consista sólo en una plancha de metal –uniforme, cuadriculada– deja en claro que lo que promete esta nueva fase de modernización es tan insulso que no vale siquiera reconocerle relieve, forma alguna. Con todo, la hora de la crítica es otra: en mayo del ’68 y en París, un grafiti recordaba que debajo de los adoquines estaba la playa, por lo tanto se trataba de hacer saltar las capas de civilización que nos alejaban de algo que se palpitaba como una versión del paraíso. Si hay tarea en El avance urbano es la de aportar fuerzas para que la cadena que sostiene la plancha aguante y, quizás, si esas fuerzas se redoblan, haga retroceder la amenaza.


Por Javier Trímboli
Carlos Ginzburg

Tierra, 1971

Serie de fotografías, 2 de 60 x 40 cm y 6 de 40 x 30 cm

Carlos Ginzburg - (Pcia. de Buenos Aires, 1946). Vive y trabaja en Francia.

 

Cuando en agosto de 1970 Jorge Glusberg leyó una nota sobre un artista que había trasladado 500 kgs de maíz a la Plaza del Congreso para alimentar a las palomas como experiencia estética, decidió contactarlo e invitarlo a participar del CAyC, Centro de Arte y Comunicación que dirigía. Carlos Ginzburg, artista platense, había comenzado hacía algunos años a realizar acciones y señalamientos en el espacio público y en entornos naturales, como la excavación de un pozo de tres metros en una playa de Villa Gesell o el alquiler de una avioneta para escribir con humo en el cielo las palabras Luna, Humo y Cielo. Estas acciones, de una materialidad simple y efímera, que en ocasiones incorporaban la participación del público y el trabajo con la palabra, dan cuenta de ciertas preocupaciones y procedimientos que serán constantes a lo largo de todo su trabajo, y han llevado a considerarlo un artista pionero del arte ecológico y el land art en Argentina. 

  Tierra, una de sus obras más emblemáticas, fue presentada en 1971 en la exposición Arte de Sistemas organizada por el CAyC en el Museo de Arte Moderno, entonces ubicado en el noveno piso del Teatro San Martín. Desde la avenida Corrientes, dos grandes carteles en el frente de un terreno baldío adyacente al museo interpelaban al transeúnte a través de la pregunta “¿Qué hay dentro de este terreno?” e invitaban a ingresar a la muestra para descubrirlo. Una serie de carteles guiaba el recorrido del visitante a través de pasillos y ascensores, hasta una ventana desde donde podía asomarse para descubrir en el baldío la palabra TIERRA escrita en enormes dimensiones sobre el suelo.

  En un contexto en el que se debatía sobre el valor de los procesos por sobre los productos y se ensayaban estrategias que apelaran a un espectador más activo, Tierra desdibujaba los límites del espacio exhibitivo y proponía una experiencia estética donde la contemplación se reemplazaba por la acción. Siguiendo la interpretación sugerida por Néstor García Canclini pocos años después, la obra partía de una intriga y narraba un itinerario que llevaba desde la calle hacia el interior del museo para ser de nuevo devuelto a la calle. Hay, sin embargo, una lectura que nos interesa rescatar en esta muestra y que se manifiesta en la confrontación de las palabras “terreno” y “tierra”. Si desde la calle lo que se observa es un terreno, una parcela comercializable, disponible para ser edificada, desde la ventana se revela la tierra, la materia orgánica del suelo que en el proceso de urbanización es cubierta por el cemento. De esta manera, la obra pone en evidencia el impacto tecnocrático sobre la naturaleza y cómo la urbanidad ejerce sobre nuestros imaginarios una separación del suelo como sustrato fundamental de nuestro hábitat.


Por Mercedes Claus
Faivovich & Goldberg

Decomiso, 2016
405 fotografías-print selladas y numeradas, 258 expedientes con documentos notariados, archivero y estanterías, dimensiones variables

Patio santiagueño, 2016
Audio, 12’ 42”, video 49’ 39”, en loop.

Faivovich & Goldberg – (Ciudad de Buenos Aires, 1977); (París, Francia, 1978) Viven y trabajan en la Ciudad de Buenos Aires. 

 

Desde 2006, desarrollan el proyecto de investigación Una guía a Campo del Cielo a partir de una lluvia de meteoritos ocurrida en el norte de la Argentina hace 4.000 años. Combinando los roles de artista, científico, historiador y hasta burócrata, ofrecen nuevas formas de ver y experimentar los resultados terrestres de un evento cósmico. La trascendencia histórico-cultural del fenómeno atraviesa desde la conquista de América a la conquista del espacio exterior, pasando por las tradiciones indígenas, la carrera espacial y el folclore cultural y patrimonial de la Argentina contemporánea. A partir de la ingeniería institucional como método y herramienta de trabajo, el dúo incentivó la promoción de leyes y la creación de sellos postales, intervino archivos y puso en contacto a Estados nacionales, eminencias científicas y fuerzas armadas, a comunidades indígenas y la ONU, sin perder la dimensión poética como motor de cada movimiento.

Decomiso surge a partir de 405 rocas extraterrestres incautadas por la Fiscalía de Estado de Santiago del Estero en junio de 2014, luego del allanamiento de un establecimiento rural de dicha provincia. Dos años después, Faivovich & Goldberg lograron ingresar a la Fiscalía con el proyecto de indexar los meteoritos decomisados. Según las actas labradas por la escribanía del Gobierno de la provincia, participaron en el procedimiento como artistas visuales e investigadores. La actuación duró tres jornadas, de las cuales surgieron dos piezas. Por un lado Decomiso, los 405 retratos fotográficos que, junto a los expedientes con la indexación y el peso, dan identidad visual y legal a cada uno de esos meteoritos sepultados bajo cerrojos legales. El decomiso es una figura donde se formaliza algo de cuyo origen ilegal se conoce poco y cuyo derrotero legal posiblemente sea la reinserción en la opacidad; los artistas intervienen allí para generar un momento preciso de visibilidad. Por otro lado, Patio santiagueño, el registro audiovisual que documenta cómo los artistas junto a una decena de funcionarios van trasladando, limpiando, pesando y retratando a los 3.500 kg de materia extraterrestre para, finalmente, inscribir su nombre a un cuerpo celeste más antiguo que la Tierra y que sobrevivirá a la especie humana. Esta pieza tiene su génesis en el encuentro entre el registro de las jornadas de trabajo y la música folclórica santiagueña, la herramienta de trasmisión cultural más tradicional de la zona.

Decomiso expone cómo una Fiscalía provincial desarma su cotidianidad ante la llegada de un elemento extraño: dos artistas indicando cómo manipular piedras alienígenas que cambiaron de manos privadas a públicas; un tesoro cósmico que es incautado como patrimonio provincial. Pero el video Patio santiagueño también contiene una carga de extrañeza para los espectadores del museo de arte de la Universidad de Arizona, donde los artistas exponen la instalación en 2018. Un territorio con una fuerte tradición en la exploración científica y la explotación comercial de meteoritos, a cuyo imaginario cósmico se le agrega una insospechada dimensión telúrica sobre cómo manipular esos restos espaciales. Un país que estuvo acostumbrado a sembrar la tierra y otro que se va acostumbrando a conquistar el cielo. La pregunta que se abre entre lo folclórico y lo universal no es sólo quién es dueño de esos meteoritos que cayeron en tierras indígenas del Chaco Austral, sino quién es actualmente el dueño del cielo1 y su imaginario. Quiénes inscriben y rescriben las narrativas de un futuro transplanetario, en torno al cual no sólo se está librando una batalla sobre la dominación del sistema solar.


Por Javier Villa
  1. Con esta pregunta, Julio César Morales abre su texto sobre Decomiso en la exposición del Museo de Arte de la Universidad de Arizona.