logo_simbiologia
"Reanimar los suelos: transformando los afectos entre humanos y suelos a través de la ciencia, la cultura y la comunidad", por María Puig de la Bellacasa

"Reanimar los suelos: transformando los afectos entre humanos y suelos a través de la ciencia, la cultura y la comunidad", por María Puig de la Bellacasa

Reanimar los suelos: transformando los afectos entre humanos y suelos a través de la ciencia, la cultura y la comunidad 1

Por María Puig de la Bellacasa

 

Introducción: cuando los suelos cobran vida

 

“… es nuestro trabajo con el suelo vivo lo que proporciona alternativas sustentables a la triple crisis del clima, la energía y los alimentos... Sin suelo fértil, ¿qué es la vida?” 3

Vandana Shiva

 

La importancia de los suelos para sostener la "vida" en la Tierra es capturada de manera apremiante en las palabras de Vandana Shiva. Los suelos están en peligro, pero hoy en día su vitalidad también significa esperanza en medio de múltiples crisis ecológicas. El hecho de que los suelos sean mundos vivos y que debamos trabajar juntos con esta vida, en lugar de intentar sacarles provecho, ha pasado de ser un mensaje de alternativas marginales a convertirse en un motivo comúnmente invocado, en un movimiento cada vez más amplio de defensa del suelo que intenta hacer que la gente se preocupe por los suelos más allá de su valor agrícola o industrial. La renovada fascinación por la vida en los suelos se ha convertido en un leitmotiv común que anima los imaginarios de los suelos a través de las ciencias, las iniciativas institucionales mundiales, los grupos comunitarios, los órganos normativos, las artes y las representaciones de los medios de comunicación populares.

 

Este artículo presenta relaciones con la vida del suelo que tejen imaginarios científicos, profesionales y culturales de la vitalidad del suelo para crear una comprensión afectiva de los íntimos enredos entre  humanos y suelos. Los materiales de investigación fueron reunidos durante diez años de inmersión en prácticas, narraciones, modos materiales de involucramiento de las ciencias de los suelos, comunidades de cultivadores centradas en los suelos y concepciones culturales y artísticas del suelo. Presento lo que he percibido como cambios en los modos de atención cuando los suelos pasan de ser meramente un recurso inerte –materia invisible, descuidada y sin interés– a ser sentidos como vivos, es decir: no sólo revelando un mundo viviente dentro de ellos sino incluso un espíritu. Articulo estos imaginarios de la vida del suelo en la ciencia, las comunidades cultivadoras y el arte, en torno a cinco motivos cargados de afecto, de íntimo entrelazamiento con la vida del suelo: maravilla biológica, vida interdependiente, vivificación sensual, vida como regeneración y la vida re-animada. 

 

Esta investigación sobre las relaciones humanos-suelos abre dos nuevas líneas de indagación en el cruce de los estudios sociales de la ciencia, las humanidades ecológicas y la teoría social feminista que conforman la contribución de este artículo. En primer lugar, abordo las transformaciones radicales en las relaciones humanos-suelos como comprometidas, es decir, como una reelaboración de las culturas productivas desde dentro de la tecnociencia, más que como crítica alternativa externa. En segundo lugar, enfatizo intencionalmente los aspectos de las prácticas y narrativas científicas que contribuyen a la formación de nuevas culturas ecológicas de cuidado por el mundo no humano. En este sentido, mi enfoque de los entrelazamientos íntimos con el suelo que veo emerger no significa emprender una crítica de la apropiación de la noción de suelo como vida por parte de la tecnociencia, sino intentar participar especulativamente en su re-emergencia: es decir, involucrarme en una forma de crítica que inevitablemente enreda mi planteamiento con sus posibles efectos en mundos que me importan.

 

En un nivel más amplio, este artículo es también una intervención en los debates sobre los cambios en las relaciones más que humanas en una atmósfera de debacle ambiental. En las culturas ecológicas permeadas por los imaginarios del Antropoceno es difícil no ver la movilización combinada de ciencia, tecnología y apropiación económica del mundo natural como una manifestación de la capacidad destructiva humana, una fuente de imparable mortandad ecológica. Las relaciones contemporáneas entre seres humanos y suelos en la tecnociencia no son una excepción a este fatalismo, ya que vemos cómo los suelos están siendo destruidos a un ritmo aterrador a través de la agricultura industrializada, o sellados bajo infraestructuras humanas expansivas. Por otra parte, como se expresa en la cita de Shiva, los compromisos sostenibles con los suelos también significan esperanza. La regeneración de los suelos incluso invoca una salvación: por ejemplo, si ayudáramos a la naturaleza a hacer su trabajo, si dejáramos de perturbar los suelos, o si pudiéramos volver a regenerarlos, podrían "salvar" a la humanidad del desenfrenado cambio climático gracias a su capacidad de almacenamiento de carbono. 4 

 

En medio de los tenaces relatos épicos sobre disputas entre Tecnociencia-humana y  Naturaleza-autocurable, las historias menores presentadas en este artículo, los modos mixtos e infrahistóricos con los que creativas culturas ecológicas en torno al suelo confrontan la destrucción del medio ambiente con  cuidados, pueden parecer insignificantes. Más aún pueden parecerlo las facetas poco espectaculares del conocimiento científico implicadas en la re-constitución cotidiana de afectos ecológicos íntimos. El grave peso de las interrogaciones que las relaciones humanos-suelos provocan persiste y hace imposible una perspectiva no inocente:  ¿cómo alimentar a un mundo poblado por más seres humanos sin agotar los suelos?, ¿cómo afrontar la mercantilización de la vida del suelo? Sin embargo, mi esperanza es que, observando los suelos desde el ángulo de los afectos cultivados hacia ellos, desde cómo los suelos enredan íntimamente a los humanos en un nuevo sentido de vitalidad material común, se pueda nutrir la búsqueda presente de relaciones más cuidadosas entre humanos y suelos.

 

1. Abundancia de vida - maravilla biológica

 

Un artículo de opinión publicado en The New York Times en 2013, bajo el título “The Hidden World of Soil Under Our Feet” [El mundo oculto del suelo bajo nuestros pies]5 me acompaña aún tras haber encontrado múltiples ejemplos de intervenciones similares, todas dedicadas a mejorar la conciencia sobre la vida en los suelos. El título es incluso paradigmático del leitmotiv fundamental para la defensa contemporánea del suelo: que los suelos son un mundo inadvertido fácil de descuidar mientras caminamos sobre ellos. Una "bioinfraestructura" oculta, pero vital,6 de la que la mayoría de la gente se siente desconectada a pesar de que nuestras vidas sean impensables sin ellos. La manera de concebir el ser de los suelos, las visiones y los conceptos del suelo, afectarán a la forma de cuidarlo.7 Y por lo tanto, a través de un espectro científico-político-público, los esfuerzos dirigidos a revelar los suelos ocultos, a hacerlos visibles, vienen acompañados de un mensaje: un mejor conocimiento de los suelos haría posible su mejor cuidado. Esto se conecta con un leitmotiv común: que incluso aquellos que tradicionalmente están más cerca del suelo –campesinos, científicos, agricultores– se han centrado predominantemente en el aprovechamiento de los suelos para la producción y el rendimiento agrícola, más que en su condición de mundos vivos con un valor intrínseco en sí mismos, que va más allá del uso humano. 

 

Una segunda razón por la cual este artículo [de The New York Times] es significativo es que, al tiempo que se basaba en una serie de planteamientos sobre la biodiversidad del suelo con fundamento en la ciencia, no se ilustraba con una visualización científica sino con una representación artística del suelo –llamativamente inusual– de la artista británica Katie Scott. Sobre un fondo que representa la oscura opacidad del suelo, Scott representa un mundo de seres vivos de colores extraños cuidadosamente retratados, de criaturas misteriosas y de aspecto casi alienígena, sorprendentes por su rareza. La representación del inframundo que hace Scott es atractivamente anticuada para observadores acostumbrados a mediaciones tecnológicas y evoca las exuberantes ilustraciones del siglo XIX de Ernst Haeckel. De hecho, Scott dice que se inspiró en viejas ilustraciones de la ciencia "antes de que supieran lo que de veras estaba pasando en el mundo".8 Su dibujo del mundo oculto del suelo nos reconecta con una tradición histórica de dibujos científicos semi-fabulados que acentuaban las facetas enigmáticas del mundo natural como maravilloso, enfatizando la extrañeza de los seres, un sentido de misterio, maravilla y emoción en torno a las propiedades vivas del oscuro abajo. Es un mensaje de vitalidad: nada ahí abajo es aburrido ni inerte.

 

Para la ciencia, revelar la misteriosa alteridad del suelo es también una cuestión práctica. Es, por ejemplo, un problema técnico que impulsa los avances en los métodos de visualización no invasiva, como las tecnologías de tomografía computarizada de rayos X que estudian las interacciones del suelo en torno a las raíces de las plantas.9 También aquí se entrelazan mejores cuidados con conocimientos: percibir los suelos en su complejidad sin perturbarlos, desenterrar relaciones delicadas sin destruirlas, como cuando se extraen muestras para su análisis. Resulta significativo que la conferencia de 2014 de la British Society of Soil Science [Sociedad Británica de Ciencia del Suelo], titulada “Delving Into the Dark” [Ahondando en la oscuridad], se haya dedicado al "continuo desafío de trabajar con una sustancia compleja en la oscuridad, donde rara vez podemos ver cómo los suelos están funcionando y respondiendo al cambio sino que debemos intentar visualizar lo que está sucediendo bajo tierra".10  

 

Hoy en día, las concepciones científicas de orientación ecológica de un suelo vivo lo ven como la creación constante de una comunidad multiespecie de biota.11 En el núcleo del artículo de The New York Times estaba la atracción de este mundo oculto repleto de criaturas. Esto refleja cómo la biodiversidad del suelo es, hoy en día, un tema central de la ciencia y la política del suelo, y la atracción estética de la vida en el suelo opera como una manera de aumentar la conciencia afectiva. El Global Soil Biodiversity Atlas [Atlas mundial de la biodiversidad del suelo], publicado por el European Soil Data Centre [Centro Europeo de Datos sobre el Suelo], financiado por la Unión Europea, presenta imágenes sorprendentes de los seres vivientes de los suelos y nos dice: “¡El suelo está vivo!... Los organismos que viven en el suelo son muchos, sorprendentes, inteligentes, importantes y únicos. La biodiversidad del suelo está llena de historias increíbles".12 Las divulgaciones actuales de la biodiversidad del suelo para sensibilizar al público apelan sin cesar a sensacionales datos numéricos que la microbiología moderna del suelo ha vuelto visibles: por ejemplo, que mil millones de bacterias, miles de hongos, protozoos y nematodos viven en una cucharadita de suelo fértil, o que sólo se ha identificado un 1% de microorganismos del suelo.

 

Lo que sostengo no es que el suelo vivo sea una nueva dimensión de las percepciones socio-culturales del suelo,13 sino que se están desarrollando nuevos y profundos imaginarios tecnocientíficos sobre la vida del suelo. Prueba y visualiza esta comunidad de suelo sin el conocimiento estético de la microbiología del suelo. La imaginación de la naturaleza en las culturas tecnocientíficas está permeada de visiones científicas.14 Y así, los que se dedican a transformar los sentimientos instrumentales prevalentes hacia los suelos están también inmersos en imaginarios tecnocientíficos, incluso cuando pretendemos cuestionarlos. Las mediaciones afectivas de las imágenes científicas están particularmente involucradas en promover la toma de conciencia sobre la vida en los suelos. El arte del suelo que recurre a estas imágenes como un vehículo de presentación estética de los suelos es un buen ejemplo. Hay representaciones creativas que nos cautivan retratando los más pequeños seres vivos del suelo a través de imágenes científicas microscópicas. El arte del suelo no es un campo nuevo:15 los colores del suelo, y el suelo como materia del arte, se han desarrollado artísticamente desde hace mucho tiempo. Pero esta relación creativa con la vida subterránea y microscópica del suelo, expuesta con la cercanía de una visión táctil, es reciente y fomenta una recreación colectiva e interdisciplinaria de la cultura del suelo 16  en la cual la imagen científica juega un papel fundamental. 

 

Un ejemplo es la hermosa película de animación de Alana Bartol y Amanda White, The Soil Is Teeming With Life [El suelo está repleto de vida] de 2015, que ubica a los espectadores en la observación de la microscópica vida del suelo en movimiento. Hermosos e insinuantes dibujos de nematodos, bacterias y artrópodos pasan furtivamente a través de un brillante espacio circular recortado contra un fondo negro, que simula la visión a través de la lente de un microscopio. La naturaleza animada de la película enfatiza la percepción de proliferantes tropeles subyacentes, la "abundancia" de vida.17 Otros trabajos destacan las labores invisibles de las criaturas microbianas, como los misteriosos Bioglifos, de Daro Montag: una serie de imágenes eco-cósmicas resultantes de organismos del suelo que consumen película fotográfica enterrada.18 A medida que los coloridos seres vivos en el corazón de la oscuridad escondida conforman una visión novedosa del suelo, complementan, quizás incluso suplantan, las representaciones científicas de la belleza estética del suelo hasta ahora predominantes -como las paletas de colores y los perfiles de los suelos 19 (la llamativa diversidad de colores de las capas del suelo estudiadas por la pedología). Una nueva visión del suelo. Vida donde solíamos ver suciedad. La vida es equiparada a bios, biología. Encarnada por una abundancia de seres. El resultado es la biología estética, profundamente afectiva. Esta re-emergencia de la vida del suelo como un mundo relevante, habitado más allá de su estatus de recurso, es la revelación de una maravilla no vista; conocimiento que linda con un sentido de maravilla y asombro que va más allá de la precisión científica.

 

Recíprocamente, las re-imaginaciones artísticas del suelo se convierten en herramienta para que los científicos hagan atractiva la visualización de la estética microscópica. 20 Los científicos, reconociendo sus limitaciones para instigar la protección de los suelos, ponen sus esperanzas en intervenciones interdisciplinarias que involucren a la ciencia con estas intervenciones.21 Pero estos compromisos culturales con los imaginarios de los suelos inspirados científicamente hacen más que “comunicar” el conocimiento científico o mejorar su “comprensión pública”: co-crean historias. La ciencia participa en una cultura ecológica en torno a los suelos, y los científicos también se ven afectados, no sólo por las preocupaciones ambientales y las presiones públicas, sino por una ola de renovado afecto por los suelos que invoca la ciencia para apoyar un mejor cuidado. Se puede decir que en estos movimientos co-constituyentes, intentar visualizar la misteriosa oscuridad del suelo se convierte, tanto para la ciencia como para los similares compromisos estéticos, en algo parecido a imaginar, concebir, en el sentido de crear una visión colectiva. Por lo tanto, las re-presentaciones científicas y artísticas del suelo comparten un compromiso de significados materiales y especulativos que contribuyen a renovar los imaginarios del suelo. Y como estas estéticas se encuentran con las (im)posibilidades del cuidado en las relaciones entre humanos y suelos, están inevitablemente cargadas afectiva, práctica y ético-políticamente.22

 

Hay esperanza en un mundo que ofrece misterio y maravilla, más allá de una humanidad absolutista, en un momento histórico en el que las grandes narrativas antropocénicas nos invitan a "nosotros" (los humanos) a encontrar un nuevo sentido de maravilla en un "mundo de nuestra propia creación".23 La conmoción y el sobrecogimiento ante la sublime magnitud del impacto humano sobre la Tierra tiene un efecto imponente. Las críticas feministas a la noción de Antropoceno han enfatizado cómo ésta puede reforzar el antropocentrismo.24 Así que tal vez, un atractivo del misterio de la alteridad viva del suelo, en este momento particular, sea el hecho de que nos conduce a un mundo que no es de nuestra propia creación. Hay más vida bajo tierra que en la superficie. Hacer visible un maravilloso mundo de la naturaleza más allá de nosotros, afirma una abundancia de vida más allá de una humanidad mortífera. Sin embargo, la fascinación por sí sola retiene fácilmente el dualismo humano/naturaleza que está necesitando un "replanteamiento profundo".25 ¿Cómo puede la admiración por la vida biológica en los suelos responder a la apropiación productivista de la vida del suelo? ¿Cuál es el lugar de los compromisos ético-políticos en estos imaginarios? ¿Pueden estos resistir a que la diversidad creativa de la vida sea absorbida por la visión de un mundo natural destruido por una sola especie?   

  

2. Formar equipo26 con la vida - vida interdependiente

 

El suelo como medio que conecta las diferentes formas de vida que dependen de él para la subsistencia cotidiana es otro motivo de su revitalización: la vida en el suelo encarna la cotidianidad –con los pies en la tierra– del vivir interdependiente entre especies. Esto es visible en las múltiples formas en que el suelo se ha vuelto un agente de la política alimentaria alternativa. Este movimiento atraviesa una gama de iniciativas de cultivo basadas en la comunidad –tanto en el Norte Global, como en culturas locales y prácticas agroecológicas en el Sur Global– dirigidas a transformar la agricultura, a menudo también, reconectando con prácticas indígenas. Es significativo para esto que mejorar el conocimiento del suelo ha llegado a ser considerado crucial para el cultivo de alimentos sanos y éticos. En las comunidades de cultivadores no comerciales se promueve una mezcla de agricultura centrada en el suelo, basada en la ciencia y en la práctica, mediante la capacitación en el cuidado del suelo por parte de instructores y asesores de varias orientaciones alternativas (permacultura, biodinámica, agroecología, etc.). Conocimientos especializados, aunque no instituidos en materia de suelos,  son hoy una característica típica de proyectos que tienen por objeto modificar las relaciones con la producción de alimentos.

 

En este contexto, "De la granja al tenedor" se convierte en "del suelo al tenedor". Este imaginario de los alimentos terrestres es llevado al hogar por la imagen que ilustra   una invitación a una presentación de “Soil Repair” [Reparación del suelo] dirigida por Dan Kittredge, de la Bionutrient Food Association [Asociación de Alimentos Bionutrientes] que promulga mejorar las conexiones entre la vitalidad del suelo, la calidad de los cultivos y los niveles de nutrientes en los alimentos.27 La imagen presenta una fresca y colorida ensalada servida, no en un plato, sino sobre una pala oxidada que reposa directamente en el suelo, una servilleta de fibras vegetales de yute y cubiertos de estilo antiguo también colocados ordenadamente sobre la tierra ocre. Comer directamente a ras del suelo desafía la idea de que el suelo es suciedad, pero también sitúa en el suelo el acto cotidiano de comer. Además, este evento tuvo lugar en la Earthworks Urban Farm [Granja Urbana de Trabajos de la Tierra] de Detroit, una ciudad en la que múltiples iniciativas reclaman tierras urbanas abandonadas como una forma de revivir las comunidades que se enfrentan a un fuerte deterioro y abandono. Aquí, el significado de la reparación del suelo trasciende al suelo como objeto para convertirse en una materia de cuidado humano. ¿Qué se repara al reparar el suelo?

 

En 2014 durante una visita guiada a la granja, un voluntario explicaba que los suelos de Detroit están, como era de esperar, extremadamente contaminados y que los agricultores habían estado recogiendo tierra del cementerio de Mount Elliot al otro lado de la ruta.28 La capacidad de los suelos para sostener la vida, había sido parcialmente protegida de los efectos del productivismo industrial por los bordes del espacio sagrado.29 Un sentido de espiritualidad es inherente a los Earthworks.  Fueron los monjes capuchinos del Monasterio de San Buenaventura quienes comenzaron a cultivar vegetales para abastecer a un comedor de beneficencia establecido durante la gran depresión de 1929, trabajando con el lema de "Alimentar los cuerpos, nutrir los espíritus, fortalecer las comunidades". Hoy en día, Earthworks es un centro certificado de cultivo urbano y educación comunitaria orgánico de una hectárea de extensión, que en su Food Justice Manifesto  [Manifiesto por la Justicia Alimentaria] proclama su objetivo de "mejorar la seguridad alimentaria, es decir, la capacidad de todos los residentes de la comunidad de obtener una dieta segura, culturalmente aceptable y nutricionalmente adecuada a través de un sistema alimentario que maximice la autosuficiencia de la comunidad y la justicia social para los habitantes de Detroit".

 

Bajo los radares de la profecía auto-cumplida de los humanos que devoran el suelo, y anticipándose a las expectativas de la promesa auto-reparadora de la naturaleza que fundamenta la maravilla contemplativa de la vida en el suelo, se sitúa una cotidianeidad por la cual humanos y no-humanos intensifican los íntimos entrelazamientos del cuidado ecológico. Esto es, el cuidado como quehacer material de mantenimiento y reparación cotidiana. El que elija hablar precisamente de Earthworks Farm entre tantas iniciativas de cultivo de alimentos que implican la "reparación del suelo" no es una elección neutral. Earthworks pone de manifiesto el vínculo entre la destrucción ecológica y la injusticia social para con las comunidades negras del centro de la ciudad de Detroit. Es un trabajo que habla de la búsqueda de la justicia eco-social. Pero también apunta a una noción de justicia comunitaria interespecies que hace del cuidado y la reparación de la tierra un aspecto esencial del cuidado y la reparación de las personas. Poner los suelos en el centro de este tipo de trabajo comunitario indica una visión ética y política más que humana de nuestra enredada interdependencia: si los suelos están vivos, los humanos están a su vez más vivos.

 

Es necesario contar historias del cuidar cotidiano en medio del épico deterioro y abandono de la Tierra. Como sostiene Nicholas Beuret, para ir más allá de los impasses políticos y afectivos del “imaginario eco-catastrófico”,30 necesitamos responder a la catástrofe, no como un acontecimiento en el futuro –postergando el trabajo radical para cuando las secuelas ya sean ya devastadoras–, sino como lo que ya está sucediendo, afrontando los millares de “lentas violencias” en curso.31 Observar las maneras en las que las comunidades confrontan la destrucción del ambiente atrae deliberadamente la atención hacia las formas cotidianas de "esperanza sin futuro".32 Una radicalidad no-épica habla de la cualidad vital como el resurgimiento cotidiano tras la devastación y está enraizada en lo básico de la subsistencia, pero no se identifica con la “mera” supervivencia. Earthworks, como muchos otros ejemplos similares de jardines y granjas comunitarias,33 tiene como objetivo transformar los significados de vivir bien y prosperar con justicia, recrear los sentidos de una abundancia accesible a todos, eludir las redes enrarecidas de la escasez y del monocultivo que produce alimentos de talla-única. El extractivismo y el productivismo siguen ahí, catástrofes por todas partes, pero contra su colonización de todas las relaciones resiste –y la perturba– la creatividad de los cuidados, vía que nos abre al trabajo conjunto con los suelos como una comunidad multiespecies.

 

Una perspectiva particular de la vivacidad del suelo reside en la transmisión del conocimiento centrado en el suelo para el cuidado y la reparación, un tema que caracteriza a las transformaciones contemporáneas de las relaciones con el suelo vivo, resumidas en una praxis de "formar equipo con". Este es el lema de dos jardineros que escribieron un libro para cultivadores basado en la popularización del concepto científico de "red alimenticia" del suelo (soil foodweb), extraído directamente de la labor de una científica activista: Elaine Ingham.34 El foco está puesto en la "colaboración" con los microbios y otras biotas del suelo involucrados en las relaciones materiales íntimas de comer y alimentarse los unos de los otros. El cuidado del suelo basado en la red alimenticia pone acento, por ejemplo, en devolver a los suelos lo que tomamos de ellos, retornando los residuos orgánicos en forma de compostaje, reconvirtiendo materiales supuestamente "muertos" en procesos materiales vivos. El requisito eco-ético es que los seres humanos se conviertan en cultivadores de suelos y no sólo en sus consumidores.35

 

Germain Meulemans ha demostrado cómo las prácticas de formación del suelo a través de la ciencia y la comunidad desdibujan la distinción entre el cultivo y la fabricación, ya que la pedogénesis –el concepto científico para referirse a la formación del suelo– se convierte en un esfuerzo más que humano.36 También podemos decir que aquí el productivismo se ve perturbado por una práctica más que humana de hacer/crear juntos.37 Esto es reproducción eco-social. Eco-poiesis por un colectivo más que humano que mantiene la cualidad vital en el día a día. Cuando los humanos están involucrados en la creación continua del hábitat del suelo, no sólo consumiéndolo o utilizándolo, la extracción da paso a la re-generación. No sólo se trata de que los suelos son vida que debemos cuidar, sino que nosotros también lo somos. Cuando los humanos tratan bien a los suelos, (nos) hacemos justicia. Los suelos cobran vida en estas redes de interdependencia entrelazadas, pero los humanos también están vivificados por otras afecciones ecológicas: los devoradores de suelos se tornan en cultivadores de suelos. El hacer ecológico es colectivo. Las invitaciones a “hacer equipo con la vida" entorpecen las visiones de la vida humana como un agente mortífero, no proponiendo un buen "Anthropos", sino a través de su descentramiento, en la variada interdependencia de la comunidad más que humana.

 

Estas prácticas restauran algo que va más allá de la comprensión de la vida del suelo. El filósofo Paul B. Thompson nos dice que la introducción de "la visión agronómica moderna del suelo" permitió la reintroducción de algunos de los "elementos de vida" en un concepto para el cual el suelo "concebido como materia está muerto, sin vida". Sin embargo, concebir al suelo como vivo "en forma de microorganismos que llevan a cabo la renovación de las propiedades de renovación de la vida asociadas durante mucho tiempo a los suelos fértiles" no restauró completamente el espíritu del suelo que reside en el acto de "cultivar alimentos y comerlos como un acto de comunión con un todo más amplio".38 Lo que está en juego aquí es también una "espiritualidad material".39 El "todo más amplio" es una comunidad más que humana de interdependencia material que no sólo trasciende el reduccionismo –mal llamado "materialista"– de los suelos a recursos de los que apropiarse, y a la conceptualización de su vida en forma de procesos mecanicistas, sino también el control especista por parte de un orden humano. La "comunión" –como en las prácticas más que humanas de "eco-commoning" [el hacer eco-común]40 que constituyen y mantienen los bienes comunes de la tierra–41 consiste en las acciones diarias, domésticas y mundanas de re-generación de la riqueza más que humana compartida al co-transformarse mutuamente en la sustancia del otro. 

 

instalacio_n_de_claire_pentecost_-_nuestros_cuerpos_nuestros_suelos-_2015-_5.jpg

Registro de Nuestros cuerpos, nuestros suelos, instalación de Claire Pentecost incluida en la exhibición Rooted in Soil, 2015, DePaul Art Museum, Chicago, Estados Unidos. Cortesía de la artista

 

3. Vivificación sensual – encuentros afectuosos 

 

La resurgencia de vitalidad de los suelos no se encuentra sólo en la irrupción de una abundancia de seres vivos, sino en la mundana e interdependiente alianza de una comunidad de humanos y suelos. Y esto también implica una vivificación sensual, el despertar de entrelazamientos íntimos y afectuosos con los suelos. Our bodies, our soils [Nuestros cuerpos, nuestros suelos], el título que la artista Claire Pentecost dio a su exposición 42 en 2015, expresa bien este motivo de la vitalidad del suelo. El trabajo de Pentecost es en sí mismo un experimento de defensa de los suelos mediante la transformación de nuestros imaginarios sobre las relaciones entre el ser humano y el suelo. En este caso en particular, invitó a estrechar la reconexión con los suelos a través de muestras de suelos dispuestas alrededor de la sala. Escritas sobre un pizarrón había una serie de acciones propuestas que cito: "MIRA a través del microscopio >seres vivos<"; "Mete la nariz en el frasco". También se invitaba a la gente a traer sus propias muestras de suelo en una bolsa cerrada o en un frasco. Estas experiencias mezclan enfoques de tipo científico –mirar a través de un microscopio– con una recuperación de lo sensual del contacto directo: "Por favor, siéntase libre de levantar los frascos en campana y respirar el aroma de los suelos". Un sentido de interdependencia con los suelos se profundiza con la sensación de identificación con ellos –nuestros suelos, nosotros mismos– buscada a través de la recuperación de la intimidad física con los suelos. En Nuestros cuerpos, nuestros suelos, de Pentecost también podemos leer un guiño 43 al famoso título del libro y lema del movimiento por la salud y la sexualidad de las mujeres: Our bodies, Ourselves [Nuestros cuerpos, nuestras vidas]44 que reinvindicó el autoconocimiento y el autocuidado frente al control del cuerpo de las mujeres por parte de la profesión médica y otras formas de pericia institucional. Compromiso activo versus objetivación pasiva. Recuperar los suelos de esta manera es reivindicar una conexión que no está mediada por la pericia sino por la proximidad y las imágenes científicas en modo hazlo tú mismo (microscopios de suelo para todos). Otras frases en el pizarrón indicaban una práctica de conocimiento integrada en un compromiso relacional más amplio que integraba lo místico –"El compostaje es alquimia"– con una eco-política –"El suelo es local”–.45 Nuestros cuerpos más allá de nosotros mismos, sin los límites del egoísmo humano, comulgando con un todo más que humano de materia del suelo, aún más amplio. 

 

instalacio_n_de_claire_pentecost_-_nuestros_cuerpos_nuestros_suelos-_2015-_4.jpg

Registro de Nuestros cuerpos, nuestros suelos, instalación de Claire Pentecost incluida en la exhibición Rooted in Soil,
2015, DePaul Art Museum, Chicago, Estados Unidos. Cortesía de la artista.

 

instalacio_n_de_claire_pentecost_-_nuestros_cuerpos_nuestros_suelos-_2015.jpg

Registro de Nuestros cuerpos, nuestros suelos, instalación de Claire Pentecost incluida en la exhibición Rooted in Soil,
2015, DePaul Art Museum, Chicago, Estados Unidos. Cortesía de la artista.

He recopilado múltiples versiones de eventos emparentados con la intervención de Pentecost en cuanto que apelan a los afectos sensuales por los suelos: talleres creativos concebidos como eventos artísticos/performativos/comunitarios que invitan a la gente a jugar, tocar y sentir los suelos (Soil Kitchen46 [Cocina del suelo], de Naomi Wright); sesiones de soil-tasting  [degustación de suelos] en las que los participantes olían diferentes suelos locales específicos colocados en copas de vino y luego probaban los alimentos cultivados en ese suelo (A Taste of Place47 [Gusto de lugar], de Laura Parker). Otras formas imaginativas de compromisos íntimos sensoriales incluyen: Dirt Don't Hurt [El polvo no lastima], sesiones de meditación sobre almohadas llenas de tierra, o dormir con un tubo de ensayo lleno de tierra de diferentes lugares bajo la almohada y registrar los sueños resultantes (las intervenciones de Amanda White y Alana Bartol como parte de su proyecto Deep Earth Treatment Centre48 [Centro de tratamiento de tierra profunda]; o abrazar el atractivo sexual de los suelos, como en las performance ecosexuales de Wedding to the Dirt [Casándose con la tierra] que incluyen rituales matrimoniales así como rodar desnudos en el barro (en el trabajo SexEcology, de Elizabeth Stephens y Annie Sprinkle).49 Todas estas intervenciones merecerían ser abordadas en su propia especificidad, pero tienen en común incitar a las intimidades materiales a través de la cercanía corporal y los entrelazamientos estéticos y sensuales con la sustancia del suelo. En formas emparentadas a lo que Nerea Calvillo y Emma Garnett llaman intimidad molecular,50 se nos invita a través de los sentidos a reivindicar la comunión y la conexión con la materialidad que compartimos con el suelo y otras formas de materia elemental. Existe la sensación de que podríamos reducir la distancia intimando físicamente con los suelos que culturalmente hemos aprendido a evitar. Jugar con el barro de nuevo. De este modo la "vitalidad” es una experiencia sensorial a través de la cual cultivamos afectos hacia el suelo.51

 

Curiosamente, la intimidad sensual con los suelos es también algo así como una "pedagogía del suelo" en contextos científicos, que se manifiesta en la forma en que los científicos del suelo hablan de su pasión por enseñar. "Nadie debería evitar el contacto directo con los suelos", dice uno de ellos en un artículo sobre The Joys of Teaching Soil Science  [Las alegrías de enseñar la ciencia del suelo] que reúne breves intervenciones de científicos hablando sobre sus prácticas de enseñanza. Sostiene que "la esencia de la pedología [el estudio de los suelos en el medio natural, centrado en la física y la geomorfología del suelo] está en el estudio de un perfil y un paisaje del suelo en el campo".52

 

instalacio_n_de_claire_pentecost_-_nuestros_cuerpos_nuestros_suelos-_2015-_2-1.jpg

Registro de Nuestros cuerpos, nuestros suelos, instalación de Claire Pentecost incluida en la exhibición Rooted in Soil,
2015, DePaul Art Museum, Chicago, Estados Unidos. Cortesía de la artista

instalacio_n_de_claire_pentecost_-_nuestros_cuerpos_nuestros_suelos-_2015-_3.jpg

Registro de Nuestros cuerpos, nuestros suelos, instalación de Claire Pentecost incluida en la exhibición Rooted in Soil,
2015, DePaul Art Museum, Chicago, Estados Unidos. Cortesía de la artista
 

"Los estudiantes deben ver y tocar el suelo para aprender a distinguir textura, estructura, color, materia orgánica, redox, morfología, contenido de grava... etc…”.53 Otro científico habla de su "pasión por la enseñanza del suelo" como un "encuentro táctil", insistiendo en que no hay sustituto al "tutelar y nutrir las habilidades de observación cuando los estudiantes se enfrentan realmente al suelo", ya que "ciertos aspectos del mundo natural nunca pueden ser comprendidos desde una página o incluso una foto". Habla del contraste entre abstracciones, "conceptos" como los "peds54 y los "agregados" aprendidos en las aulas y como los suelos "cobran vida" cuando los estudiantes van a su encuentro "en el terreno agreste”,55 donde revelan su diversidad y complejidad, su realidad confusa más allá de taxonomías reductoras. Al estar "en un pozo en el suelo", los estudiantes se enfrentan a una "nueva realidad" muy diferente de las "muestras de terreno homogeneizadas" traídas al laboratorio. Estar junto a los estudiantes "en terreno agreste" es una experiencia enriquecedora también para los profesores: "Me gusta ver sus caras cuando se dan cuenta de que algo va ‘mal’ en un suelo, a modo de una incongruencia material que revela un problema o un modelo inconsistente”. Otros en el mismo artículo reafirman la transmisión de lo que parece ser una historia vocacional común, la de que convertirse en un científico del suelo incluía la alegría de "descubrir que el placer táctil de ‘jugar con el barro’, para evaluar las texturas y la plasticidad del suelo, era una actividad científica legítima".56 Relatos como estos indican un sentimiento íntimo para con el suelo, una forma de amor por el barro, intrínseco al científico del suelo, y confirman las investigaciones feministas que se niegan a reafirmar la ciencia como una empresa de conocimiento abstracto del saber objetivo, desconectado de los encuentros específicos de la experiencia corporal.57 

 

Los científicos que hablan aquí son pedólogos, más enfocados en las características físicas de los mundos del suelo en su entorno natural, por lo que para ellos, la vivacidad en estos suelos que "cobran vida" mediante estos encuentros no es biológica, ni se trata de la comunión interespecies (como sí lo piensan los que estudian las redes alimentarias o las interacciones planta-suelo). Pero la sensación de vivacidad en estas historias reveladoras, en estos encuentros sensuales y estéticos, tanto en la ciencia como en los proyectos artísticos y comunitarios, tiene en común un sentido de vivificación, de transformar algo considerado aburrido en algo más interesante de lo que era, en convertir algo que casi no tenía importancia en algo con lo que nos importa conectarnos. Estar vivificado no es sólo estar vivo, vivificar significa una vida que es vivaz, elevada, jubilosa, entusiasta, despierta, impulsada, más entretenida, una vida que levanta (nuestros) ánimos. Los encuentros vivificantes con los suelos alientan un mejor conocimiento del suelo vivo y la conciencia de la interdependencia, a través de la experiencia de su intimidad y de su disfrute. Estos (encuentros) se ofrecen a la vulnerabilidad de quienes se mezclan con los suelos no sólo para pensar con ellos, sino para ser afectados, y tal vez incluso, para entender esta mezcla como una experiencia de destino material compartido.

 

soil-erg-_donna_haraway-_2011_1.jpg

Claire Pentecost, retrato de Donna Haraway como parte del proyecto soil-erg, dOCUMENTA (13), 2012, Kassel,
Alemania. Cortesía de la artista

 

4. Regeneración - la vida después de la muerte como cambio de forma

 

La materia compartida es otro motivo de la vitalidad del suelo en el movimiento por la transformación de las relaciones ser humano-suelo. Aquí la vivacidad del suelo tiene un poder transmórfico, con su ancestral peso cultural a la vez como lugar y agente del incesante encantamiento cíclico de la vida terrestre: “Vida es muerte es vida es muerte es...”, como lo expresa Natasha Myers (n.d.). La descomposición como vida tiene un significado ético inmanente.58 Esta visión de la muerte, en agudo contraste con las historias de aniquilación planetaria, está ligada a la vida en visiones mundanas de los suelos como regeneradores. Un significado clásico del suelo que nunca ha sido abandonado: el suelo como el gran reciclador de materia, el gran “digestor”, el intestino de la Madre Tierra, convirtiendo los restos en comida, haciendo posible el renacer. Pero en tal caso ¿qué indica esta vuelta de los suelos a su estatus de poderosos recordatorios de las posibilidades de renacimiento, cuando en esta misma época los suelos se están empobreciendo, enfermando y agotando? ¿Cómo se está reivindicando este significado en el corazón de los espacios culturales aparentemente dominados por una mal llamada tradición "materialista" científica moderna que lo había silenciado? ¿Pero lo había hecho?59

 

El suelo continúa siendo un lugar para pensar con espíritus infra-naturales, una "espiritualidad material" de una muerte que vive. Logan Bryant en su clásica elegía del suelo, Dirt. The Ecstatic Skin of the Earth60 [Polvo. La piel estática de la Tierra]  dice: "el suelo de las tumbas es el transformador".61 Su voz intensifica el registro eco-poiético al describir con precisión científica la iniciación del proceso de degradación de los cuerpos como una colaboración viva entre los cuerpos y los suelos. Citando a Bacon nos dice que "la putrefacción es el trabajo del espíritu de los cuerpos" 62 , que las mismas enzimas que mantienen regulado nuestro metabolismo se "autodestruyen" cuando morimos63 e inician el retorno de nuestra materia a la tierra. La performance participativa de la ecologista visual Aviva Reed, Soil Biome Immersion [Inmersión en el bioma del suelo]64  captura este significado en un trabajo inspirado en las narrativas de la ecología científica que incluye experiencias sonoras, visuales y táctiles. Su objetivo es exponer la "ontología ecológica" de lo humano-suelo como un compuesto de materia que hace circular los nutrientes temporalmente a través del planeta, y que "une a todos los organismos como remanentes ance–strales de cada uno de ellos". Esta invitación a simpatizar compartiendo una materia más que humana, eco-commoned por procesos biogeoquímicos que devuelven la materia compuesta a lo elemental, contrarresta la individuación de la tierra antropocénica como "nuestra propia creación".

 

Un tropo material-espiritual perteneciente a los procesos biogeoquímicos de la Tierra se plasma también en las piezas performáticas de Ana Mendieta en su serie Silueta, que devuelven cuerpos a la Tierra en forma de figuras corporales femeninas inscritas en arenas húmedas, barro, hierba. Estas performances fueron capturadas en imágenes a medida que las siluetas comenzaban a diluirse, desarmarse, arder o volver a la vida: como es el caso de una pieza en particular donde su cuerpo desnudo imita a un cadáver que yace en el fondo de una fosa funeraria (una tumba prehispánica) de la que re-brotan flores profusamente.65 Los encuentros ritualizados creados por el propio cuerpo de la artista se convierten en co-transformaciones materiales transitorias. Es famosa la explicación que Mendieta dio de su arte como "basado en la creencia de una energía universal que lo atraviesa todo; desde el insecto hasta el hombre, desde el hombre hasta el espectro, desde el espectro hasta la planta, desde la planta hasta la galaxia".66 La “misma” materia, que cambia de forma a través de una Tierra cósmica. Renacimiento y resurrección a través de una recirculación elemental.

 

De este modo, al leer esta obra como arte del suelo67 se afirma el retorno al suelo a través de la muerte como regeneración. Entre los suelos aniquilados –dominados por el ser humano– y los suelos como renovadores naturales –una naturaleza regenerativa como promesa de salvación– se abre un lugar para las relaciones humanas con el suelo que generan una vitalidad de una forma más modesta, aunque indeterminada. Los humanos podrán salvarse, pero no resurgir sin cambiar de forma. Las historias que espiritualizan el suelo como un sitio de resurgimiento llaman a renunciar a los límites de la identidad del Anthropos en una experiencia de intimidad cósmica. Aquí la vitalidad interdependiente entre el ser humano y el suelo se convierte en algo sustancial, un deber ontológico, pero también se conecta con las obligaciones éticas y materiales cotidianas invocadas anteriormente: devolver (nuestra) materia al suelo, volvernos compost como un ejemplo mundano de eco-poiesis  y de hacer/crear vitalidad. Los actos domésticos cotidianos se convierten en una performance cósmica.

 

¿Existe una mejor metáfora que la del compostar, como parte de historias que transforman destrucción y miedo, o la de la descomposición en el sentido de un renacer de la tierra? Haraway ha nombrado “niños del compost" a las comunidades de sanación que ella imagina entre el presente y los próximos quinientos años: asentados en paisajes devastados para crear relaciones “simpoiéticas" regenerativas más que humanas, donde las transformaciones metamórficas son una experiencia cotidiana de co-formación entre humanos y no humanos.68 En su película Shape Shifting [Cambiar de forma], Elke Marhöfer y Mikhail Lylov nos invitan a observar los procesos por los cuales los humanos y los paisajes cambian de forma juntos. En la publicación que acompaña a la película, Anna Tsing invoca el "resurgimiento" para hablar de las fuerzas de vida no humanas (de los bosques) que vuelven a crecer más allá de la aniquilación.69 Resurgimiento: volver de nuevo a la vida. Si volvemos a Earthworks en Detroit, el resurgir es una lucha cotidiana. Una vez más, estas historias de renacer mundano ofrecen antídotos a la denigración y el abandono mortal del involucramiento humano con los mundos más que humanos por el Hombre destructor de mundos. Estas historias apelan a un ser humano que no sólo viva bien, sino que aprenda a morir bien.

 

Las reinterpretaciones de la vivacidad donde la vida es muerte es vida es muerte es..., contribuyen modestamente a estas historias, dando una clave relacional a la vitalidad de la comunidad más que humana con el suelo: ella no está en "el" suelo. Ni en los humanos, ni en las plantas, ni en las otras criaturas que viven de él. Como la antropóloga de las relaciones humanos-suelos, Kristina Lyons, bellamente lo expresa al invitarnos a pensar en la descomposición como una política de vida en unión con la concepción irreductible de los suelos que observa en los agricultores amazónicos con los que trabaja: "la potencialidad transformadora no es un privilegio humano, sino más bien una materia relacional dispersa en las conexiones y el trabajo entre las personas, así como en otros tipos de seres y cosas".70 Pensando con los suelos, la vitalidad se mueve, transita, circula, revelando un destino entrelazado común que difumina los límites ontológicos entre el ser humano y el suelo.

 

5. Coda: ¡ánimo!

 

"En cierto sentido somos singulares envoltorios húmedos de suelo animado". Estas son las seductoras palabras de Francis D. Hole, un profesor de ciencias del suelo, conocido por propagar el amor al suelo y promover la comprensión de su vital importancia para la humanidad. También fue conocido por su idiosincrásica pedagogía del suelo, encarnada en las prácticas sensuales de llevar a los estudiantes a caminar descalzos sobre el suelo, o de dar conferencias mientras tocaba el violín e invitaba a los placeres de la "observación del suelo".72 Estas palabras despiertan un significado tradicional en las historias sobre la creación: humanos saliendo del barro, la arcilla, la materia de la tierra. Afirmar que los humanos están hechos de tierra, hace de los humanos solo un tipo en un género material más amplio. Sin embargo, a menudo en la historia, la humanidad es una especie animada excepcional, elegida por Dios(es) para convertirse en envoltorios húmedos "únicos", abandonando el reino de la materia inanimada al serle insuflada un "alma" (animus: aliento, aire, espíritu). Pero si el suelo ya está vivo, ¿el "suelo animado" implica un tipo de vida mayor que incluye a todos los seres que viven/vienen de él? ¿Son los humanos entonces un subtipo de animacionismo único?, tal vez, pero, ¿sólo uno entre un variado e inconmensurable abanico de unicidades?

 

Podemos incluso preguntarnos si el animacionismo es la definición misma de la vitalidad.73 El animacionismo ha sido ampliamente debatido en los últimos diez años, en los cruces de la geografía humana, la antropología, los estudios de ciencia y tecnología, los estudios religiosos, las humanidades ambientales, donde la noción de un 'nuevo animismo' se ha convertido en una categoría a explorar.74 Estas discusiones están a veces explícitamente conectadas a las culturas tradicionalmente animistas con el fin de "proponer la reanimación de nuestra propia así llamada tradición 'occidental' de pensamiento".75 Si bien las reanimaciones del humano-suelo que he abordado aquí no están directamente inspiradas en estos debates, me interesa cómo plantean el animacionismo como una noción cargada de historia, ética y política. La distinción entre lo animado y lo inanimado ha servido para discriminar lo digno de lo indigno, la conciencia y sensibilidad adecuadas del resto así denigrado.76 Stengers también describió la herencia de la modernidad y la ciencia moderna colocándonos "del lado que caracterizó a los ‘otros’ como animistas... [Como] los que han aceptado la dura verdad de que estamos solos en un mundo mudo, ciego, pero conocible, un mundo del que nos debemos apropiar".77 Si bien rechaza una adopción "nostálgica" del animismo –como si pudiéramos volver a ser indígenas "de nuevo"–, invita a los herederos de la modernidad a abrirse a nuevos "ensamblajes que generen una transformación metamórfica en nuestra capacidad de afectar y ser afectados, y también de sentir, pensar e imaginar".78 Estas son herencias que las actuales reanimaciones del suelo podrían desplegar, al abrazar la transformación metamórfica de la comunión con el suelo. Quisiera concluir señalando las formas en que los temas de la vitalidad del suelo que he abordado no son solo una re-atribución del ánima a la materia, sino respuestas con una carga ética y política a las relaciones eco-sociales destructivas.

 

En primer lugar, las agencias y las afecciones eco-poiéticas para con el suelo abordadas en este documento, viven en el corazón de contextos culturales donde las relaciones con los recursos naturales se basan predominantemente en el extractivismo, el industrialismo y el consumismo, en los que la ciencia es tecnociencia. Es decir, donde el conocimiento tiene más valor si puede proporcionar las reducciones y medidas que faciliten la apropiación y la administración de los recursos. En estos contextos, la noción de que las entidades del mundo biofísico podrían tener un espíritu, un ánima, fue supuestamente erradicada por este complejo sociocultural y económico, ayudado por el racionalismo científico reduccionista moderno y la comercialización industrial. Sin embargo, los fundamentos sobre la vitalidad del suelo presentados anteriormente desbaratan la noción de que los movimientos de oposición a la tecnociencia que buscan relaciones eco-céntricas alternativas comparten un profundo rechazo por las prácticas científicas, consideradas como las responsables de la reducción del mundo a una materia manipulable. Volver a las intenciones que declaré en la introducción, una forma de crítica comprometida, y siguiendo una tradición activa en los estudios feministas de la ciencia y la tecnología que se niega a aislar el conocimiento científico como una esfera alienada y alienante, puede ayudar a comprender cómo la defensa del suelo (y otros movimientos eco-sociales contemporáneos) puede tanto conectar con la ciencia como co-realizadora del mundo natural en las culturas tecnocientíficas, y desarrollar compromisos ético-políticos que se enfrenten a los usos de la ciencia para la apropiación de la vida del suelo.

 

En segundo lugar, me gustaría jugar con una reactivación metamórfica del misterio de la fuerza "vital". La "fuerza vital" tradicionalmente se refería a ese principio inexplicable que anima el mundo vivo, que la química moderna se enorgullece de haber desterrado. Lo hizo demostrando finalmente que tanto el mundo biológico como el fisicoquímico podían ser explicados por los mismos principios "mecánicos" y "materialistas".79 Devolver el espíritu al suelo trae de regreso el misterio de la fuerza vital, esta vez como un principio de la comunidad más que humana del suelo, mostrando que su vitalidad no es explicable por principios mecánicos. En este texto he abordado la visión científica ecológica del suelo que no existiría sin la creatividad continua de una miríada de seres, el experto formando equipo con los suelos vivos para traer el resurgimiento en medio de la destrucción, la sensual vivificación natural-cultural, y la aceptación de una materia compartida que cambia de forma. Todas estas formas de comunión entre el hombre y el suelo pueden leerse como el misterio de una fuerza vital más-que-humana reconcebida, porque surgen de entrelazamientos relacionales de los que ningún elemento tiene "la clave". La recreación eco-poiética del colectivo más que humano en curso participa del misterio de lo que podría ser capaz tal comunidad: una fuerza vital que es profundamente ético-política.80    

 

Finalmente, esto plantea la pregunta: ¿es esta versión especulativa de la fuerza vital una proyección antropomórfica de la agencia humana? Eso sería darle demasiado crédito a lo humano. No sólo porque –como lo dice Stengers– respecto a  la eficacia de las transformaciones metamórficas: "no nos corresponde reivindicarlas", ya sea  porque nos recuerdan "que no estamos solos en el mundo",81 o porque el quién anima a quién es una cuestión abierta en la comunidad más que humana del suelo. La participación en la reanimación del suelo se abre a un sentido de conexión terrenal que no sólo anima y re-afecta los mundos objetivados, sino que al mismo tiempo intensifica y complica un sentido de pertenencia ecológica en los humanos involucrados. Una trans-animación material-espiritual, una co-animación.82 Un hilo conductor de este artículo ha sido el trasfondo antropocénico de una humanidad des-espiritualizada y aturdida por su propia mortandad. En español, mi lengua materna, cuando alguien no está bien, siente que no puede continuar, le decimos '¡Ánimo!' como una palabra de aliento o para alegrarlo. Los suelos antropocénicos, fatigados y agotados necesitan ser alentados, pero, yo diría, también los humanos que se esfuerzan por cuidarlos. Reconociendo que de hecho esto podría ser una proyección de empatía, mi postura es que las relaciones humano-suelo también se (re)animan en el sentido de levantar el espíritu. Desde el encanto de los mundos biológicos del suelo y sus abundantes maravillas, hasta la esperanza encarnada del eco-poiético cuidado diario del suelo y las alegres proximidades sensuales, en la promesa de un más allá compostado, estas historias hablan de alegría, esperanza, y versiones alternativas al humano destructor de mundos.

Traducción realizada por Mercedes Claus y Pablo Méndez, revisada y corregida por la autora.

  1. Artículo presentado originalmente en “Re-Animating Soils. Transforming Human-soil Affections Through Science, Culture and Community” en The Sociological Review Monographs, n. 67, vol. II, 2019.
  2. N. del T.: Traducimos aquí Commonness por comunalidad y se reiterará en el texto.
  3. Vanda Shiva, Soil Not Oil: Environmental Justice in a Time of Climate Crisis, Boston, South End Press, 2008. La cursiva es mía.
  4. K. Ohlson, The Soil Will Save Us. How Scientists, Farmers, and Foodies Are Healing the Soil to Save the Planet, New York, Rodale Books, 2014.
  5. J. Robbins, “The Hidden World Under Our Feet”, The New York Times, 11/05/2013. Disponible en: https://www.nytimes.com/2013/05/12/opinion/sunday/the-hidden-world-of-soil-under-our-feet.html
  6. M. Puig de la Bellacasa, “Encountering Bioinfrastructure: Ecological Struggles and the Sciences of Soil'', en Social Epistemology, n.28, vol. I, 2014, pp- 26-40. DOI:10.1080/02691728.2013.862879
  7. A. Krzywoszynska, “What Farmers Know: Experiential Knowledge and Care in Vine Growing”, en Sociologia Ruralis, n. 56, vol. II, 2016, pp. 289-310. Disponible en: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/soru.12084; M. Puig de la Bellacasa, “Making Time for Soil: Technoscientific Futurity and the Pace of Care”, en Social Studies of Science, n. 45, vol. V, 2014, pp. 691-716. Disponible en: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0306312715599851.
  8. Katie Scott, Crane.tv, 2015. Disponible en: https://vimeo.com/70557477
  9. S. Mairhofer, et al., “On the Evaluation of Methods for the Recovery of Plant Root Systems from X-ray Computed Tomography Images”, en Functional Plant Biology, n. 42, vol. V, 2014, pp. 460-470.
  10. Disponible en: http://www.soils.org.uk/event/230. La cursiva es mía.
  11. D. C. Coleman, D. A. Crossley y P. F. Hendrix, Fundamentals of Soil Ecology, Amsterdam, Elsevier, 2004.
  12. A. Orgiazzi, R. D. Bardgett, Barrios, et al. (eds.), Global Soil Biodiversity Atlas, European Commission, Publications Office of the European Union, Luxembourg, 2016, p. 4.
  13. L. E. Balfour, The Living Soil, London, Faber and Faber, 1943.
  14. D. Haraway, Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of Modern Science Paperback, New York-London, Routledge, 1989.
  15. E. R. Landa y C. Feller, Soil and Culture, Dordrecht, Springer Science+Business Media B.V., 2010.
  16. Véase el proyecto pionero curado por Daro Montag. Disponible en: https://soilculture.wordpress.com/
  17. Disponible en: http://alanabartol.com/artwork/3716492-The-Soil-Is-Teeming-With-Life-One-Minute-Edit.html
  18. C. Adams y D. Montag (eds.), SoilCulture. Bringing the Arts down to Earth, Devon, Centre for Contemporary Art and the Natural World, Schumacher College, 2015, p. 53. Ver también SOIL [SUELO] de Nicole Clouston, personificado por una "vasta gama de vida microbiana" observando "las formas en que estamos conectados a ella". Usando el barro y los nutrientes ella dejó que la vida microbiana floreciera, creando bandas de color a través de una escultura. Disponible en: https://www.nicoleclouston.com/.
  19. N. del T.: El perfil de un suelo es la ordenación vertical de todos sus horizontes hasta la roca madre. Los horizontes o niveles son capas que se desarrollan en el seno del suelo y que presenta cada uno de ellos características diferentes. Fuente: https://www.cienciasfera.com/materiales/biologiageologia/biologiageologia/tema11/3_perfil_del_suelo.html#:~:text=El%20perfil%20de%20un%20suelo,uno%20de%20ellos%20caracter%C3%ADsticas%20diferentes.
  20. J. Gilford, R.E. Falconer, R. Wade y K. C. Scott-Brown, “3D Visualisation and Artistic Imagery to Enhance Interest in ‘Hidden Environments’ – New Approaches to Soil Science”, en European Journal of Engineering Education, n.39, vol. V, 2013, pp. 467-482. DOI:10.1080/03043797.2013.811472
  21. C. Feller, E. R. Landa, A. Toland y G. Wessolek, “Case Studies of Soil in Art”, en Soil, n.1, vol. II, 2015, pp. 543-559. DOI:10.5194/soil-1-543-2015
  22. M. Puig de la Bellacasa, Matters of Care. Speculative Ethics in More than Human Worlds, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2017.
  23. The Anthropocene Project. A Report [El Proyecto Antropoceno. Un informe], HKW, 2014. Disponible en: http://hkw.de/en/programm/projekte/2014/anthropozaenprojekt_ein_bericht/anthropozaenprojekt_ein_bericht.php. El subrayado es mío.
  24. D. J. Haraway, Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene, Duke University Press, 2016; N. Myers, “From the Anthropocene to the Planthroposcene: Designing Gardens for Plant/People Involution”, en History and Anthropology, n.1-5, 2016. DOI:10.1080/02757206.2017.1289934
  25. V. Plumwood, “Nature in the Active Voice”, en Australian Humanities Review, n.46, 2009.
  26. N. del T.: Juego homofónico entre Teaming (formar equipo) y Teeming (abundancia), el mismo se reiterará varias veces en el texto.
  27. Evento co-organizado por los activistas y permacultores Claire Maitre, Bridget O'Brien y Cliff Scholz. Cfr.: https://www.facebook.com/events/184251545330901.
  28. Agradezco a Dimitris Papadopoulos por traerme esta historia de Earthworks sobre la recuperación del suelo de un cementerio.
  29. Sólo parcialmente, ya que se sabe que las zonas de sepultura pueden estar extremadamente contaminadas por productos químicos en ataúdes no biodegradables, formol y otros productos químicos de embalsamamiento.
  30. N. Beuret, “Organizing Against the End of the World: the Praxis of Ecological Catastrophe” (disertación de doctorado no publicada), University of Leicester, Leicester, 2015.
  31. R. Nixon, Slow Violence and the Environmentalism of the Poor, Cambridge Mass., Harvard University Press, 2011.
  32. P. Bresnihan, “Hope Without a Future” y Octavia Butler “Parable of the Sower”, en P. Bresnihan, L. Dawney y C. Blencowe (eds.), Problems of Hope, Authority Research Network.
  33. N. Millner, “The Right to Food is Nature Too: Food Justice and Everyday Environmental Expertise in the Salvadoran Permaculture Movement”, en Local Economy, n.22, pp. 764-783.
  34. J. Lowenfels y W. Lewis, Teaming with Microbes: A Gardener's Guide to the Soil Food Web, Portland, Or., Timber Press, 2006.
  35. Starhawk, The Earth Path: Grounding Your Spirit in the Rhythms of Nature, San Francisco, Harper, 2004.
  36. G. Meulemans, The Lure of Pedogenesis. An Anthropological Foray into Making of Urban Soils in Contemporary France, University of Aberdeen, 2017.
  37. D. Papadopoulos, Experimental Practice. Technoscience, Alterontologies and More Than Social Movements, Durham, NC, Duke University Press, 2018.
  38. P. B. Thompson, The Spirit of the Soil Agriculture and Environmental Ethics, London-New York, Routledge, 1995, pp. 18-19.
  39. M. Puig de la Bellacasa, “Ecological Thinking, Material Spirituality, and the Poetics of Infrastructure”, en G. Bowker, S. Timmermans, A. E. Clarke y E. Balka (eds.) Boundary Objects and Beyond: Working with Leigh Star, Massachusetts, MIT Press, 2015, pp. 13-46.
  40. D. Papadopoulos, op cit.
  41. P. Linebaugh, The Magna Carta Manifesto, Berkeley, CA, University of California Press, 2018.
  42. Disponible en: http://www.publicamateur.org/?p=378
  43. N. del T.: En el original clin d’oeil, en francés, decidimos traducirlo al español para no perder referencias.
  44. N. del T.: Our Bodies Ourselves es el título original del libro en inglés publicado en 1971 y publicado en español bajo el título Nuestros cuerpos, nuestras vidas.
  45. N. del T.: En Estados Unidos se habla de comer “local” y “bio”, es decir producciones cercanas y agroecológicas.
  46. Disponible en:https://soilculture.wordpress.com/creative-workshops
  47. Disponible en: https://www.lauraparkerstudio.com/taste consultado el 12 de septiembre de 2020
  48. Disponible en:https://amandawhite.com/DETC
  49. Disponible en: http://sexecology.org/wedding-to-the-dirt/
  50. N. Calvillo y E. Garnett, “Data intimacies: Building infrastructures for intensified embodied encounters with air pollution”, en The Sociological Review, n.2, vol. 67, 2019, pp. 340-356.
  51. Véase a este respecto la propuesta de Daro Montag sobre cómo el arte del suelo compromete los sentidos. (Montag, 2017)
  52. A. E. Hartemink y R., B. M., “The Joy of Teaching Soil Science”, en Geoderma, 2014, pp. 217-218. El subrayado es mío.
  53. Ídem
  54. N. del T.: Peds son los conglomerados de partículas de suelo formados como resultado del proceso de la pedogénesis esta organización natural de partículas forma distintas unidades separadas por vacíos o poros. El término es usado generalmente para unidades estructurales cuando se observan suelos en el campo. Fuente: Wikipedia en inglés.
  55. N. del T.: En el original “Into the Wild”, sería algo así cómo “adentrarse en lo salvaje”, pero nos resultó más pertinente pensar lo salvaje como terreno agreste.
  56. A. E. Hartemink y R., B. M, op.cit., p. 2.
  57. E. F. Keller, A Feeling for the Organism: Life and Work of Barbara McClintock, New York, W. H. Freeman, 1984; N. Myers, Rendering Life Molecular. Modeling Proteins and Making Scientists in the Twenty-first Century Life Sciences, Duke University Press, 2015.
  58. M. Jackson, “Plastic Islands and Processual Grounds: Ethics, Ontology, and the Matter of Decay”, en Cultural Geographies, n. 20, vol. II, 2012, pp. 205-224. DOI:10.1177/1474474012454998
  59. Para una crítica de otros malos usos del 'materialismo' ver B. Callén Moreu y D. López Gómez, “Intimate With Your Junk! A Waste Management Experiment for a Material World”, en The Sociological Review, n. 2, vol. 67, 2019, p. 318-339.
  60. W. Bryant Logan, Dirt: The Ecstatic Skin of the Earth, New York, Riverhead Books, 1995, p. 57.
  61. Ibídem, p. 57.
  62. Ibídem, p. 54.
  63. Ibídem, p. 56.
  64. Disponible en: http://www.avivareed.com/soil-biome-immersion/
  65. Disponible en: https://mcachicago.org/Collection/Items/1973/Ana-Mendieta-Untitled-From-The-Silueta-Series-1973-77-7
  66. A. Mendieta, “A Selection of Statements and Notes” en Sulfur, vol. 22, 1988, p. 70.
  67. C. Adams y D. Montag (eds.), SoilCulture. Bringing the Arts down to Earth, Devon, Centre for Contemporary Art and the Natural World, Schumacher College, 2015
  68. D. J. Haraway, Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene, Duke University Press, 2016.
  69. A. L. Tsing, “Disturbed Beginnings”, en E. Marhöfer y M. Lylov, Shape Shifting, Berlin, Archive Books, 2016, p. 41.
  70. K. Lyons, “Decomposition as Life Politics: Soils, Selva, and Small Farmers under the Gun of the U.S.–Colombia War on Drugs”, en Cultural Anthropology, n. 31, vol. I, 2016, pp. 56-81. DOI: 10.14506/ca31.1.04
  71. N. del T.: En español en el original.
  72. F. D. Hole, “The Pleasures of Soil Watching”, en Orion Nature Quarterly, primavera 1988, pp. 6-11.
  73. S. Whatmore, “Earthly Powers and Affective Environments: An Ontological Politics of Flood Risk” en Theory, Culture & Society, n. 30, vol. VII/VIII, 2013, pp. 33-50. DOI: 10.1177/0263276413480949
  74. K. Weston, Animate Planet. Making Visceral Sense of Living in a High-Tech Ecologically Damaged World, Durham-London, Duke University Press, 2017.
  75. T. Ingold, “Rethinking the Animate, Re-animating Thought”, en Ethnos, n. 71, vol. I, 2006, p. 19. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00141840600603111.
  76. M. Y. Chen, Animacies. Biopolitics, Racial Mattering and Queer Affect, Durham-London, Duke University Press, 2012.
  77. Ibídem
  78. Ibídem
  79. G. K. Hunter, Vital Forces: The Discovery of the Molecular Basis of Life, London, Academic Press, 2000.
  80. M. Puig de la Bellacasa, “Ecological Thinking, Material Spirituality, and the Poetics of Infrastructure”, en G. Bowker, S. Timmermans, A. E. Clarke y E. Balka (eds.) Boundary Objects and Beyond: Working with Leigh Star, Massachusetts, MIT Press, 2015, pp. 13-46.
  81. I. Stengers, “Reclaiming Animism”, en e-flux, n.36, 2012. Disponible en: https://www.e-flux.com/journal/36/61245/reclaiming-animism/
  82. N. del T.: En el original ensoulment, que sería dotado de alma. Pero, con la finalidad de no entorpecer la lectura preferimos utilizar “animación”.
María Puig de la Bellacasa
María Puig de la Bellacasa

Trabaja en el cruce de los estudios de ciencia y tecnología, la teoría feminista y las humanidades ambientales. Se desempeñó como profesora en la Universidad de Leicester y, desde 2018, es profesora asociada del Centro para las Metodologías Interdisciplinarias de la Universidad de Warwick. Desarrolló su carrera de investigación en la Universidad de Cardiff, la Universidad de California y la Universidad Libre de Bruselas, donde también obtuvo su doctorado y títulos de posgrado en Filosofía y Estudios transdisciplinarios. Su libro más reciente, Matters of Care. Speculative Ethics in More than Human Worlds [Cuestiones del cuidado. Ética especulativa en mundos más que humanos] (Minnesota University Press, 2017), propone conectar una tradición materialista feminista de pensamiento crítico sobre el cuidado con debates sobre prácticas ecológicas y ontologías más que humanas. Actualmente investiga las formaciones en curso de las nuevas culturas ecológicas, observando cómo las conexiones entre el conocimiento científico, los movimientos sociales y comunitarios, y las intervenciones artísticas contribuyen a la ética, la política y la justicia transformadoras en los perturbados mundos naturoculturales. 

Su metodología busca espacios intersticiales de saber y hacer que alteren los regímenes tecnocientíficos aparentemente hegemónicos, en particular las formas cotidianas de cuidado ecológico en movimientos ecosociales minoritarios como la permacultura y el materialismo espiritual. Con antecedentes en la filosofía continental contemporánea y en las filosofías constructivistas y procesuales, sus investigaciones previas se centraron en las epistemologías feministas, las transformaciones de las políticas de producción de conocimientos, la práctica científica y las innovaciones tecnológicas en la "economía del conocimiento.