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Constanza Abete x Jimena Ferreiro

Constanza Abete x Jimena Ferreiro

 

A propósito de Todo lo sólido se desvanece en el aire, de Constanza Abete

Por Jimena Ferreiro


 

¿Acaso algunx de nosotrxs no sintió en estos días de confinamiento que el tiempo se les escurría entre las manos? Estando adentro, el tiempo se vuelve repetitivo y circular, se acumula como excedente y se pierde en la impotencia. La experiencia puede resultar más extrema, sin dudas, pero lo cierto es que aquel tiempo homogéneo y de flujo continuo –como las flechas que ilustraron los famosos gráficos de inspiración “bélica” de Alfred Barr– es, desde hace décadas, una forma extinta que desapareció con el duelo de la Modernidad. La vida moderna y su dialéctica oponían como un péndulo lo viviente a lo muerto, lo público a lo privado, y así con las relaciones sexo-género y demás binomios que organizaban los intercambios sociales. 

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Constanza Abete, Todo lo sólido se desvanece en el aire, 2018
Instalación con globos, helio, cintas y pintura rosa, 400 x 800 x 50cm
Duración: 30 días aproximadamente

 

“Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”, escribió Marshall Berman en su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire, un texto académico que se publicó al inicio de los ochenta y que rápidamente se convirtió en un récord sorprendente de ventas, con ediciones en varios idiomas y un abanico heterodoxo de relecturas sobre la teoría marxista clásica. El título es poético y elocuente, tan metafórico como certero, y tal vez suene un poco a autoayuda, pero no es producto de la creatividad del autor sino un textual del propio Karl Marx publicado en el Manifiesto comunista de 1848. La frase completa decía así: “Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. El mundo moderno, desde la perspectiva marxista –que no compartía necesariamente Berman–, era complejo, clasista y desigual, pero alojaba la convicción de la transformación social, esto era: la proximidad imaginativa de la revolución.

 

De la revolución radical a la dimensión micropolítica de las prácticas disidentes, los siglos XX y XXI debieron negociar con un menguado éxito el ansia de transformación y la dimensión de lo posible, el impulso autodestructivo de la especie humana y la codicia del capital completamente fuera de sí, mientras la realidad comenzaba un proceso de pérdida de sustancia material, de desrealización o de desvanecimiento, como lo anticipó también Marx. La sombra que proyecta su pensamiento sobre los siglos que lo sucedieron es tan monumental como la eficacia de su vaticinio. Finalmente los sólidos perderían solidez, así como el pensamiento contemporáneo iría perdiendo jactancia y certeza. Perder peso, comenzar a flotar, o tal vez a caer sin horizonte alguno ni piso que nos frene hasta estrellarnos: esa es la “caída libre” a la que alude Hito Steyerl en Los condenados de la pantalla 1. La caída conlleva la pérdida de la consciencia como tal y es, en un sentido estricto, lo contrario a la autoconciencia como ADN del sujeto moderno. Si no hay un punto fijo y estable, tampoco existe una narración que cohesione la producción de sentido que queda atrapada en un tiempo extraviado, como cuando el buscador se queda “tildado” y el tiempo se muerde la cola.

 

La experiencia de estar en el mundo se volvió porosa, y eso revela la imagen que construyó Constanza Abete en su instalación de 2018. Allí encontramos el desastre ecológico, la abstracción de las relaciones interpersonales, pero también las fugas de sentido de esos cuerpxs, en apariencia deformes, y ajenxs a cualquier esencialización. Otrxs bordes, otrxs pieles y la batalla por la igualdad y la diferencia en un campo de acción comunitario donde inventamos nuevas vidas.

 

Una vez que volvamos a salir de nuestras casas tal vez el mundo nos parezca una maqueta y, al mismo tiempo, nos devuelva un efecto real, como hace tiempo que no sucede. En un tiempo acelerado de desrealización de la vida, la amenaza microscópica tal vez nos puso un límite para dejar de caer y caer y caer y caer.


 

8 de abril de 2020

  1. Hito Steyerl, Los condenados de la pantalla, Buenos Aires, Caja Negra Editora, 2014.
Jimena Ferreiro
Jimena Ferreiro

Curadora e investigadora, es egresada con Diploma de Honor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), especializada en Crítica de arte por la Universidad Nacional de las Artes y magíster en Curaduría en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, por la que obtuvo una beca de estudio. Profesora en la Universidad del Museo Social Argentino y la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Ha curado exposiciones en diferentes instituciones y publicado textos en catálogos y revistas especializadas. Es autora del libro Modelos y prácticas curatoriales en los 90. La escena del Arte en Buenos Aires (Editorial Librería, 2019). Actualmente es becaria del Fondo Nacional de las Artes

Constanza Abete
Constanza Abete

(Ciudad de Buenos Aires, 1985) 

Próxima a graduarse de la Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes, forma parte de Zafarrancho Estudio, espacio de colaboración artística. Participó del programa PAC (Prácticas artísticas contemporáneas) en Gachi Prieto galería, y del Programa Cazadores de Arte con Fabiana Barreda, Sergio Bazán y Alejandra Roux. Realizó clínica de obra con Leila Tschopp y Pablo Siquier. Estudió dibujo y pintura con Guillermo Roux, cursó talleres de escultura, mixed media y pintura al óleo en Central Saint Martins, Londres, Inglaterra, y aprendió serigrafía con Andrea Moccio. Expone en distintas galerías y espacios de Buenos Aires y el extranjero.