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"De agentes secretos a la interagencia", por Vinciane Despret

"De agentes secretos a la interagencia", por Vinciane Despret

Por Vinciane Despret*

 

 

“Importa qué historia contamos para contar otras historias con ella; importa qué conceptos pensamos para pensar conceptos con ellos”.1

 

En los últimos años, algunos académicos que trabajan en el campo de estudio de animales re-orientaron sus investigaciones intentando tomar en cuenta el “punto de vista” de los animales que observan. Esta inclusión comenzó principalmente en la primatología, pero los científicos de otros campos no tardaron en sumarse a la corriente con cuervos, turdoides matorraleros, elefantes, e incluso, sorprendentemente, ovejas2. La mayor parte de los científicos que adoptó este nuevo acercamiento constató que esta metodología permitía entender mejor sus animales, darles representaciones más fieles y hacerles las preguntas que les importan a los animales. Como diría Shirly Strum, por ejemplo, intentar de ver el babuino desde una “perspectiva babuina” le permitió “dejar que los babuinos mismos me ‘cuenten’ qué era importante para ellos”.3 

 

Uno podría notar que, más recientemente, el intento de tener en cuenta el punto de vista de los animales coincidió con un plan político: acreditar a los animales con intereses, voluntad, preferencias e intenciones que deben tomarse en cuenta. En otras palabras, al adoptar la perspectiva de un animal determinado, éste debería poder ser acreditado con agencia

 

Perspectiva y agencia parecieran, por lo tanto, compartir, en el contexto histórico reciente, la misma apuesta (política): por un lado, la perspectiva apunta a “subjetivar” los animales, en el sentido de “hacer un sujeto”, un sujeto que tiene “intereses” que deberían ser protegidos o satisfechos. Por otro lado, tal como Susan Crane me recordó de un modo interesante, el término agencia emerge especialmente en los 70 como un término que encapsula una crítica al estructuralismo: los análisis estructuralistas de la cultura no reconocían las acciones concientes contra-hegemónicas de los individuos; el estructuralismo no tuvo en cuenta las intervenciones creativas y subversivas que pueden hacer las personas, incluso cuando sus sociedades las "hacen". Pero Crane agrega que deberíamos recordar que el concepto de agencia existe también en las versiones del excepcionalismo humano de los humanistas y cristianos. Estas intervenciones creativas y subversivas ilustran la clásica concepción de la agencia como intencional, racional y premeditada.4  

 

Podríamos extender esta crítica a la noción misma de perspectiva. Este concepto sigue estanco en una noción antropocéntrica de la subjetividad. Como Lorraine Daston nos recuerda: 

 

La palabra perspectiva carga con las pesadas asunciones de lo que significa entender otras mentes. Dentro del modelo de un mundo dividido entre lo objetivo y lo subjetivo, y armado de un método de proyección simpatética, entender otra mente puede sólo significar ver con los ojos de otro (u oler con la nariz de otro, u oír con el tímpano de otro, dependiendo de las especies) –“ponte en su lugar”, como Lloyd Morgan tituló uno de sus capítulos […] Aquí sólo puedo dar una pista de la cantidad de cambios culturales e intelectuales que creó el modo perspectivista: la costumbre de la observación interior cultivada por ciertas formas de piedad; el lenguaje cada vez más refinado de la subjetividad del individuo desarrollado en la novela de los siglos XVIII y XIX; la ecuación dibujada entre experiencia sensorial y self por la psicología sensacionalista; el individualismo político y económico; el culto a la simpatía, el cual se expandió hasta abarcar primero niños, luego animales y finalmente habitantes de otros tiempos y espacios […] [La perspectiva] no es sólo otra forma de subjetividad; es la apoteosis de la subjetividad como esencia de la mente.5  

 

En este artículo quiero investigar los vínculos creados entre estos dos conceptos, perspectiva y agencia. En esta primera parte me gustaría ponerlos en relación con el test: ¿“ser un sujeto”, para un animal, lo lleva a “ser un agente”? Sea o no el caso, ¿qué significan estos conceptos en cada caso? En la segunda parte exploraré casos en los que este vínculo es creado. Mi meta será cuestionar si hay prácticas y narrativas que nos dejen liberarnos de las viejas categorías de agente como un actor autónomo racional y de la perspectiva como una mera “proyección simpatética”.6

 

Ante todo, hay muchas formas de construir otro “punto de vista”.7 La primera teorización clara del “punto de vista” de un animal aparece en el trabajo del naturalista Jakob von Uexküll (1864-1994).8 Según la teoría de von Uexküll –la teoría del Umwelt– los animales sólo perciben cosas que tienen significado para ellos; las cosas que no tienen significado no son percibidas. Más aún, el animal construye significado actuando –una cosa que toma el sentido de la acción que hace posible– y entonces eso existe para ese animal. Según von Uexküll, los científicos pueden hacer un inventario de lo que hace que los animales actúen y reaccionen, sea que reaccionen o no, y cómo: podrían entonces inferir lo que el animal percibe y qué significa lo percibido para ellos. 

 

Von Uexküll no tenía como meta adoptar la perspectiva animal. Más bien, coleccionar “significados”. Quería reconstruir el mundo tal como cada animal lo percibe, para poblar este mundo con todo lo que existe para un animal dado, y para identificar el significado que, todas estas cosas, cobra para el animal. El ejemplo paradigmático que lo hizo famoso es la garrapata, cuyo mundo está compuesto sólo de algunos fenómenos: el olor del ácido butírico, el calor del cuerpo mamífero, el gusto de un líquido tibio (la sangre de su víctima) y la sensación del pelaje. Me gustaría traducir la propuesta de von Uexküll con las palabras del etólogo cognitivo Mark Bekoff –“una garrapata es una forma de conocer el mundo”–9 y pensar nuestro mundo como uno constituido por infinitas series de formas distintas de saber, sentir y ser afectado. 

 

Aun, según von Uexküll, la posibilidad de un animal de hacer/de construir su propio mundo y dar significado a las cosas conlleva la posibilidad de que el animal pueda volverse un “sujeto” real, el “autor” de sus propias percepciones y significados. Esta posibilidad abre el sendero para una concepción más activa del animal. Si la percepción fuera “pathos”, este pathos no implica pasividad de ninguna manera. Al contrario, da testimonio de un esfuerzo activo por llenar al mundo de objetos y seres significativos. 

 

Von Uexküll, directa o, más seguido, indirectamente, marcó su influencia en este campo. Por ejemplo, el hermoso libro del historiador francés Éric Baratay contiene un desarrollo potencial y fructífero de su propuesta. Para que una historia de los animales sea posible, el historiador debería tomar el riesgo de especular: ¿cómo entendieron y experimentaron los animales lo que los humanos les ofrecieron o forzaron?10 

 

El destino de la propuesta de von Uexküll fue menos prometedor de lo que hubiéramos esperado entre científicos influenciados por él. Konrad Lorenz, por ejemplo, realizó grandes esfuerzos para entrar a las mentes de los animales.11 Pero debemos observar, como la socióloga Eileen Crist remarca, que esto no evitó que se “objetificara” a los animales con la teoría del instinto. En suma, como Crist escribe, 


los etólogos usan un vocabulario técnico, construido en parte por ellos mismos y en parte apropiándose de la psicología comportamentalista. El edificio lingüístico y argumentativo creado por el pionero de los etólogos condujo a la representación de los animales como objetos naturales. Aún si es cierto que ni Tinbergen ni Lorenz querían “desubjetificar” animales.12 Utilizando un lenguaje técnico y altamente teórico, lograron establecer el estudio del comportamiento animal propio de una ciencia rigurosa; presupusieron una idea específica de “ciencia”, en el modelo de las ciencias naturales así como en la psicología comparativa […] La inexorable, si desconocida, consecuencia de aplicar un lenguaje técnico fue la objetificación epistemológica de los animales y, en última instancia, sus retratos mecanomorfos.13  

 

Crist cita, para ilustrar la diferencia entre este modo de teorización y uno más “naturalista”, la historia que Darwin cuenta sobre el pavo real “que deambula el camino de la seducción apropiada”. El pavo real, continúa, “puede actuar delante de un gallo o incluso animales más extraños”.  Pero este comportamiento contra-productivo desde el punto de vista de la selección natural encuentra su legitimación fuera del reino de comportamientos útiles: este pavo real, explica Darwin, “evidentemente desea un espectador de algún tipo, y mostrará su elegancia, como he visto seguido, ante aves domésticas o incluso cerdos. Todos los naturalistas que presenciaron las costumbres de los pájaros […] están unánimemente de acuerdo sobre que los machos se deleitan al desplegar su belleza”.14 “Todos los naturalistas”, en efecto, siempre que limitemos este ámbito al siglo XIX. Esta representación cobra una forma radicalmente diferente cuando es contada desde un eje clásico etológico a mediados del siglo XX: este dispositivo se vuelve un “‘patrón de acciones fijas’, es decir, patrones de comportamiento innatos con ciertas ‘energías internas específicas’ asociadas a ellos. El patrón de comportamiento… es activado por el estímulo apropiado… [Si el último] está ausente por un largo período, las energías internas específicas se acumulan y pueden dispararse finalmente…. Frente a un mínimo, inapropiado estímulo… la expresión del patrón comportamentalista”.15 En ese caso, la respuesta sale “in vacuo”. “In vacuo” sería en este caso una gallina o un cerdo. 

 

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Tomás Saraceno, Arachnid Orchestra. Jam Sessions, 2015, NTU CCA Singapore. Vista de Bani Haykal's Jam Session #2: variations on hello. Cortesía del artista. © Tomás Saraceno

 

Para Darwin parece obvio que el pájaro está tan vívidamente fijado en el hecho de que el dispositivo es para mostrar su belleza, que el pavo real mismo descontextualiza la acción de su ocasión justa. Según Crist, en el retrato de Darwin, el pavo real gana agencia “como habitante de un mundo estético y exhibicionista” en el cual él es el autor de esta acción.16 Por el contrario, señala, en las representaciones etológicas clásicas, el pájaro es ajeno al significado de sus acciones. Los términos técnicos y sus conexiones lógicas dan cuenta de un comportamiento que no es realizado por un agente, sino que le "sucede". En un caso, el animal actúa (incluso de forma ridícula, dice Crist, pero ¿desde qué punto de vista?); en el otro, es actado por algún impulso sobre el que no tiene control. La diferencia entre ambas descripciones es paralela a la distinción que hace von Uexküll entre un perro y un erizo de mar: "cuando un perro corre, el animal mueve sus patas; cuando un erizo de mar corre, las patas mueven al animal".17

 

Según esta última diferencia, pareciera que ser un sujeto no es igual a ser un agente. En otras palabras, tener en cuenta la perspectiva de otro animal puede volver perceptible la agencia –puede hacerla particularmente saliente o incluso reforzarla– tanto como puede no hacerlo. El perro es tanto sujeto como agente, mientras que el erizo de mar es sólo un sujeto. Esto podría confirmar la crítica de Crane: ser un agente parece estar aún atado al entendimiento clásico de la agencia como intencional, racional y premeditada. 

 

El pavo real, sin embargo, puede ser ambos, sujeto y agente, en la descripción de Darwin, aunque esté dedicado a la agencia en el discurso etológico clásico. Esto me lleva a recalcar otra dimensión de la situación: no sólo el pavo real no tiene ninguna forma de agencia, sino que tampoco el cerdo; él mismo se pierde “in vacuo”. Si la mirada de un cerdo puede importar para un pavo real exhibicionista, ¿por qué no habríamos de tomar en cuenta (y qué nos impide tomar en cuenta) el hecho de que el cerdo –un ser sensible y curioso– puede haber mirado el pavoneo y puede haber sido afectado de la misma forma en que él puede afectar al pavo real? ¿Por qué no imaginar a estos dos seres liberados de los motivos puramente reproductivos disfrutar de un “devenir juntos” creativo, improvisado, extraño y sin precedentes?

 

Propongo poner a prueba el vínculo entre esta propuesta y una crítica similar al reproche que Crist hace de la etología clásica cuando la compara con diferentes narrativas. En un artículo hermoso, mayormente sobre orquídeas, sus polinizadores y los científicos que las estudian, dos historiadoras de la ciencia, Carla Hustak y Natasha Myers, abocaron su atención a las diferentes formas en que los naturalistas habían concebido y descrito las prácticas a través de las cuales las plantas atraen (lo que yo llamaría) su “patrón animal” para asegurar su fertilización. Hustak y Myers comparan mayoritariamente los acercamientos contemporáneos de darwinianos y neo-darwinianos (es decir, el acercamiento de los sociobiólogos).18 Remarcan que los comportamientos de plantas e insectos, en teorías sociobiológicas, están fundados en modelos deterministas que reducen las interacciones entre especies a las acciones de los “genes egoístas”. Estos “genes egoístas” están, según estas teorías, dirigidos para reducir el gasto de energía de un organismo, maximizando su aptitud reproductiva para la supervivencia de las especies a largo término. 

 

Muchas de las numerosas especies que comprende el gen Ophrys tienen la remarcable habilidad de atraer polinizadores, a pesar de que no le ofrecen al insecto néctar como “recompensa”. Las especies Ophrys pueden atraer a sus polinizadores selectivamente secretando mezclas que imitan las feromonas sexuales del insecto; estas mezclas volátiles pueden provocar un comportamiento “típicamente” sexual en los insectos macho; enjambres de abejas macho, por ejemplo, alrededor de las flores, exponiendo su genitalidad antes de aterrizar. 

 

En estos modelos, Hustak y Myers escriben que, intentando aparearse con las flores, las abejas “inadvertidamente” participan de la fertilización de las orquídeas. Biólogos químicos aseguran que esta estrategia les permite a las orquídeas Ophrys “explotar” la propensión sexual de los insectos para sus propios fines. Hustak y Myers remarcan que en los informes, las orquídeas figuran como “fraudulentas”, envueltas en una “estafa sexual” (citan los términos que los ecologistas usan realmente). En esta historia la “respuesta comportamentalista innata” de los insectos macho es explotada y los insectos son identificados como los “crédulos [...] que cayeron por una señal que falsifica el aroma de sus co-especies hembras”.19

 

Citando estas teorías, Hustak y Myers muestran “cómo las historias emergentes en el campo de la ecología química actual restringen narrativas sobre estas relaciones de inter-especies, a lo largo de los ejes de la decepción y la explotación.” Este tipo de constataciones “reduce las relaciones complejas entre las orquídeas e insectos, atrofiando a la agencia orquídea e insecto, y deja a las ecologías pobladas por autómatas ciegos y reactivos”.20 Ellas notan una característica común en estas narrativas: cualquier pista de intimidad inter-especies está cuidadosamente controlada. El “evento” de la polinización es un encuentro decididamente “asimétrico”; visto que las orquídeas Ophrys no ofrecen alimentación a los insectos visitantes, la polinización no es considerada como un encuentro de beneficio mutuo; más bien como un fenómeno engendrado a través de una “adaptación unilateral” de la orquídea a la abeja. Imitando, las orquídeas son los únicos participantes que cosechan un beneficio del encuentro; los insectos se vuelven pasivos comparado a las plantas astutas. Hustak y Myers notan que en declaraciones recientes en la literatura resiste empedernidamente el término “co-evolución” para describir este fenómeno en los Ophrys. Aunque empapado con el poder de la decepción, estas plantas siguen siendo concebidas como actantes mecánicos: “sus casi perfectas aromáticas químicas sintonizadas no son proposiciones astutamente inventadas; son meramente los efectos ciegos de una variación genética azarosa sujeta a la fuerza selectiva impuesta por sus polinizadores. Una economía neo-darwiniana no puede reconocer el placer, el juego o la improvisación entre sus especies”.21 La ecología de la planta es convertida en un modelo de economía militarizada que estructura la vida como una contienda en una zona de guerra de competidores, enemigos, timados y mímicas decepcionantes. 

 

Las dos autoras, en cambio, sugieren trabajar “a través de una lógica reductiva, mecánica y adaptativa que cimienta las ciencias ecológicas”, y desarrollando una lectura que “amplifica las prácticas creativas, improvisadas y fugaces, a través de la cual las plantas e insectos se suponen a sí mismas en la vida de otros.22 Otros autores,23 proponen suplantar lógicas evolutivas por lo que ellos llaman una forma involutiva de atención, una “ecología afectiva modelada por el placer, el juego y las propuestas experimentales”.24 En una “lectura involutiva”, el poder mimético de las esencias seductivas de los Ophrys necesita no ser reducido al resultado de la ventaja selectiva de las mutaciones aleatorias: “es un efecto y afecto inmanente a cuerpos receptivos, sensibles y sensitivos”.25 

 

¿Cómo Hustak y Myers hacen existir la agencia? Primero, buscan narrativas más ricas. Buscan descripciones que vuelven a la actividad prominente: por ejemplo, citan a Darwin en una secuencia de acciones de las flores: los tejidos de orquídea son, según el último, “excitables”, “sensibles”, o incluso “irritables”, la planta puede “activamente alterar su anatomía, girando, invirtiendo y rotando sus formas en respuesta a los insectos visitantes”.26 Darwin construye narraciones de encuentros donde ambos, la flor y su especie-compañera (o ¿deberíamos decir su reino-compañero?) están involucrados activamente en la vida del otro. Por ejemplo, en su representación de un insecto en búsqueda de néctar, señala que una orquídea habría depositado activamente su polen en algún lugar del cuerpo del insecto; también describe con sumo detalle su observación de otras flores (de otras especies) que aprisionan a su insecto visitante por media hora. 

 

Podríamos sugerir que Hustak y Myers reencantan lo que fue desencantado con narrativas de “una red inextricable de afinidades” (como Darwin mismo lo formulaba), historias de connivencias, atracciones, inducciones recíprocas y repulsiones que tejen sus propias narrativas en la red, y por lo tanto crean nuevas conexiones y afinidades. Focalizan nuestra atención en un mundo rico en afectos, lleno de seres capaces de afectar y ser afectados por otros, seres “implicándose en una otra vida”.27 Pero esto no es encantamiento ni re-encantamiento. Esto implicaría que el mundo originariamente estaba no-encantado o previamente desencantado. Lo que hicieron, en cambio, fue leer Darwin antes de que el desencantamiento ocurra. Como Bruno Latour sugiere, toda la historia de la ciencia demuestra cuán difícil es seguir la emergencia de un concepto científico “sin tomar en cuenta los vastos antecedentes culturales que permite a los científicos primero animarlos, y luego, pero sólo luego, des-animarlos. Aunque la filosofía de la ciencia toma el último movimiento como el único importante y racional, sólo su opuesto es cierto: animar es el fenómeno esencial, des-animar es uno superficial, suplementario, polémico y a menudo uno no vindicatorio”.28 Hustak y Myers no tuvieron que re-encantar, sólo tuvieron que cuidadosamente seguir a un científico que no desanimó el mundo que observaba. Siguieron cuidadosamente las prácticas a través de las cuales Darwin mismo se volvía animado en un mundo animante, la práctica a través de la cual él experimentó con las flores, tomando el rol (con sus dedos, obviamente) del polinizador. Convocan (y promulgan, visto que implican activamente su propia práctica) lo que Isabelle Stengers refiere como una “ecología de las prácticas” entre plantas, insectos, y los científicos que hicieron visibles sus intrincadas relaciones.29 

 

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Eduardo Navarro, Sound Mirror, Bienal de Sao Paulo 2016, Brasil, Cortesía de Nara Roesler y Eduardo Navarro. Foto Gui Gomes.

 

Sugieren que, por ejemplo, al insertarse en las relaciones cinestésicas y afectivas de los insectos y las orquídeas, la práctica experimental de Darwin adoptó una forma mimética. Yo, por mi parte, estoy tentada de suponer que adoptar la forma mimética para implicarse en la vida de otros seres cuyas prodigiosas hazañas y cuyas relaciones se basan realmente en el mimetismo no puede reducirse a una mera empatía ni a un proceso psicológico de identificación que haga posible la comprensión, sino que se trata de implicarse en la vida de otros seres del mismo modo que ellos se implican en la vida de los demás. Eso no es sólo un gesto de mera imitación; es entrar en el juego de la inducción recíproca. Esto crea una nueva conexión en la red de "afinidades inextricables", una "conexión afín".30 Es pedir una respuesta y responder. No es llegar a ser como los insectos o las flores en un proceso mimético (tomemos en serio el concepto de "afín" que se refiere al límite de la red de afinidad, ad finitum).31 Es llegar a devenir con ellos y (a partir) de ellos. En otras palabras, Darwin introduce el juego histórico de la co-evolución, un juego que deshace y rehace, un juego que re-recuerda los seres con las que se implicaron ellas mismas en el proceso.32 Actúa tanto como es actuado por nuevas narrativas, nuevos assemblages (ensamblajes), los que a su vez activan a cada uno de los seres implicados, e implica a más seres en una cascada de prácticas. 

 

Sin embargo, estas narrativas desafían los supuestos, no sólo, como Hustak y Myers dicen, sobre fronteras corporales y de especies, sino también sobre las fronteras sujeto/agente. ¿Quién activa Darwin? ¿La flor que toca? Pero, ¿quién toca cuando uno toca? ¿De quién se puede decir que inicia? ¿De quién se puede decir que acta? ¿Quién puede incitar a actuar? ¿Las flores? ¿El humano observador? ¿Los insectos que substituye? ¿La relectura que dos historiadoras ofrecieron a su trabajo? Pero, ¿no han sido activadas ellas mismas por Darwin, afectadas por su práctica y sus escritos, por las orquídeas, y por los polinizadores? Nadie re-encanta el mundo aquí. Sólo se lo desanima, activamente, o no. 

 

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Francisco Vázquez Murillo, Miembro fantasma, 2014, instalación de espejos. Se aplicaron 15 espejos en las ramas mutiladas de dos árboles (ficus benjamina) en el barrio de Chacarita, Ciudad de Buenos Aires. El síndrome del miembro fantasma es la percepción de que un miembro amputado sigue conectado a un cuerpo y funciona con el resto. Un tratamiento útil para este síndrome es la llamada terapia del espejo.Crédito Catalina Romero.

 

¿Sigue siendo relevante la comparación que presentamos sobre von Uexküll, entre el perro y el erizo de mar? ¿La agencia queda en la comparación entre moverse uno mismo y ser movido? ¿Entre actar y ser actado, entre actar y reaccionar? Por un lado, los biólogos que investigan las plantas notan que no se puede decir que todas las plantas actúen como las orquídeas. El cultivo pesado, por ejemplo, dejó inválidas a plantas expertas. Se las volvió “sordas” y “mudas, a través de la práctica intensiva de la agricultura y el uso de pesticidas.33 Esto significa que la agencia puede no ser el efecto de la exclusiva práctica que los científicos describen (o de la subjetividad del observado). Lo que podemos decir sobre las plantas también puede ser dicho sobre los animales. La agencia puede ser ganada, pero también puede ser empobrecida o dramáticamente debilitada. Deberíamos agregar que el problema al que nos enfrentamos con los animales no es tanto la comparación entre perros y erizos de mar –sin mencionar el hecho de que esta comparación probablemente no tenga sentido para aquellos que estudian apasionadamente los erizos de mar y probablemente sepan que las patas nunca serán suficientes para hacerlos moverse– sino entre “animales carismáticos” y aquellos que, como Latour dice, no “tuvieron la oportunidad”, entre aquellos que han “articulado” exitosamente y aquellos que fueron articulados pobremente.34 

 

Por otro lado, pareciera que la diferencia entre aquel que se mueve y aquel que es movido puede ser muy simple. Esta diferencia no está articulada ni siquiera articula nada bien. Para dirigir esta pregunta, sugeriría que releyéramos la lectura de Gilles Delezue sobre von Uexküll. Permítannos recordar que no hay en ningún mundo animal, ningún objeto que pueda ser llamado neutral, sin ninguna cualidad vital. Todo lo que existe para un organismo es un signo que afecta o un afecto que signa. Según Deleuze, cada objeto que es percibido efectúa un poder para ser afectado. Es una relación de fuerza. Cada ser vivo vuelve a otro ser capaz (de afectar o ser afectado), y están tejiendo con un millar de relaciones de fuerza, los cuales son agenciamientos.35

 

El traductor de Deleuze al inglés, Brian Massoumi, eligió traducir agencement como ensamblajes; yo optaré quedarme con agenciamiento. Primero, este término vuelve perceptible el vínculo íntimo entre agenciamiento y agencia; por otro lado, insiste hacia un proceso activo de ajuste que nunca es fijado de una vez por todas. Un agenciamiento es una relación de fuerzas que hace que algunos seres sean capaces de volver a otros capaces, en una manera plurívoca, de tal forma que el agenciamiento resiste ser desmembrado, resiste a una distribución inequívoca. Lo que constituye el agente y el paciente es distribuido y redistribuido incesantemente. Esto debería llamar la atención al hecho de que refiriéndose al Umwelt, Deleuze define el “medio concreto” y “medio vivido” –milieu concret y milieu vécu36 como equivalentes: estos dos términos refieren a un “agarrar” cuya dirección no puede ser determinada. Por un lado, el medio “está tomando” al animal: lo afecta, lo captura, efectúa su poder para ser afectado; y, por otro lado, el medio no existe más allá del “agarrar” al que está sumido: existe a través de la forma en que un animal dado confiere en este medio el poder de afectarlo. 

 

Agencia es el producto de este agenciamiento; no hay agencia sin agenciamiento. En otras palabras, un ser agencia atestigua la existencia de un agenciamiento. Hay en cada agenciamiento, co-animación, en el sentido literal del término, es decir, la acepción más animista del término. 

 

También podemos explorar por qué, sea en el caso del ejemplo de Crist o en las narrativas de Hustak y Myers, la agencia parece tan íntimamente ligada a la existencia de un mundo de experiencia sensorial; déjennos recordar, por ejemplo, que Crist dice que el pavo real era un “habitante de un mundo estético”. Claro, podríamos sugerir que él actúa por placer o diversión intrínseca al “punto de vista experiencial”.37 Pero esta respuesta, pese a como suena, no es suficiente. La experiencia sensual no es sólo una perspectiva experiencial que uno puede inferir, o incluso compartir desde fuera; no es sólo una perspectiva que funda su misma existencia de un sujeto, el sujeto de esta perspectiva. La experiencia sensual ocurre cuando organismos vivos se tocan entre sí, afectando y siendo afectados el uno por el otro. Reconocemos una experiencia sensual como la experiencia concreta en la cual cada uno de los “que se vuelven actantes” efectúan en los otros el poder de ser afectados. Una experiencia sensual es un flujo de fuerzas. Estas son fuerzas que sintonizan, agencia (en vez de “ensamble”), el agenciamiento, y estas son fuerzas que promulgan y articulan agencia. 

 

“Fuerza” debe ser entendido en términos de su poder para afectar otras fuerzas con las cuales está relacionado, y ser afectado por otras fuerzas a cambio. Incitando, provocando, produciendo, induciendo, excitando, salpicando, evocando, instigando, comprometiendo, inspirando y más, como simples ejemplos de afectos activos dentro de agenciamiento; un afecto reactivo es comprendido en términos de su capacidad de ser incitado, inspirado, comprometido o provocado o ser inducido a producir; o incluso, en términos de poder, dar a otro ser el poder de afectarte: lo que Latour designó como “faire faire”, lo que en francés quiere decir “hacer hacer” (hacer que hagan) y causando el “ser hecho”.38

 

Así como no hay forma de tocar sin ser tocado, no hay forma de determinar quién toca a quién. Tocar promulga una desubjetivación. Uno puede ser, ahora bien, un agente sin ser un sujeto, pero uno no es, sin embargo, un objeto. Ser un sujeto es sólo un final posible del proceso, puede ser el fin que cierra la historia. Como Deleuze y Félix Guattari escribieron en Mil mesetas, “[p]ero es peligroso adaptarse a un sujeto de este tipo, que no funciona sin agotar una fuente o frenar un flujo”.39 Por eso sugiero que las narrativas de Hustak y Myers no sólo desafían el cuerpo y las fronteras de la especie, sino también las fronteras del sujeto/agente. Deleuze y Guattari establecieron: 

 

Nosotros creemos, por el contrario, que el indefinido de la tercera persona, ÉL, ELLOS, no implica ninguna indeterminación desde ese punto de vista, y ya no relaciona el enunciado con un sujeto de enunciación, sino con un agenciamiento colectivo como condición. Blanchot tiene razón cuando dice que el SE y el ÉL (se muere, él es desgraciado) no ocupan en modo alguno el lugar de un sujeto, sino que destituyen todo sujeto en provecho de un agenciamiento del tipo haecceidad,40 que lleva o libera el acontecimiento en lo que tiene de no formado y de no efectuable por personas (“les sucede algo que sólo pueden recuperar si se desprenden de su poder de decir ‘yo’”). El ÉL no representa un sujeto, sino que diagrama un agenciamiento. No sobre-codifica los enunciados, no los trasciende como las dos primeras personas, sino que, por el contrario, les impide caer bajo la tiranía de las constelaciones significantes o subjetivas, bajo el régimen de las redundancias vacías.41

 

Estamos de alguna forma acercándonos a lo que el antropólogo del arte Alfred Gell propone como concepción de la agencia cuando define objetos de arte como agentes sociales y a las producciones artísticas como “objetos mediando la agencia social”.42 Arte-como-situación, explica Gell, son aquellos en que el índex material (la cosa visible) permite la abducción de la agencia social –abducción como una inferencia que permite que el signo adquiera su significado–; o es, según Pascal Boyer, la “inducción al servicio de la explicación”.43 En este contexto, el objeto de arte tiene la particularidad de ser visto como un resultado y/o instrumento de la agencia social. Gell agrega que esta teoría no se preocupa por la filosofía, la cual presupone la autonomía y la auto-suficiencia del agente humano,44 sino que se preocupa por el tipo de artefactos de la agencia adquiridos en conjunción con sus asociados específicos, “una vez que se mezclan en una textura de relaciones sociales”.45

 

Gell explora con mucho detenimiento todas las situaciones en las que uno puede ver cada uno de los agentes (objeto de arte, prototipo, artista, patrón) intercambiando roles con un otro, a veces siendo pacientes vis-à-vis de otros agentes incipientes, a veces agentes vis-à-vis de otros pacientes emergentes, a veces ambos. Yo sugeriría que, incluso si Gell no usara la palabra muy seguido (aunque lo hace), estaría hablando más bien en términos de “responsabilidad”. Esta palabra en su trabajo no es siquiera un término casual ni está utilizado con un sentido intencional, pero aparece en el (amplio) sentido de responder, y ser “respondible”: de forma similar a la que Étienne Souriau lo utiliza para señalar la responsabilidad del artista de “responder” a los requerimientos y pedidos de la “obra a hacer” (oeuvre à faire), obra que pide existir y ser lograda. Souriau establece que las obras son seres reales, pero cuya existencia pide promoverse en otros planos. Su falta de existencia se debe únicamente a que disfrutan sólo de una existencia física. La obra, en otras palabras, atrae por su plenitud en otra forma de existencia. Como Latour comenta: “en todos lados, edificar, crear, construir, labrar quiere decir aprender cómo volverse sensible a los requerimientos contrarios, a las exigencias, a las presiones de agencias conflictivas donde ninguno de ellos está realmente a cargo. Especialmente no lo está el “hacedor” que pasa noches y días intentando igualar su responsabilidad a lo que Étienne Souriau llamó magníficamente la instauración, o “la obra por hacer”.46

 

Agencia, entonces, aparece claramente como la capacidad no sólo de hacer a los otros hacer cosas, sino incitarlos, inspirarlos o pedirles que hagan cosas. Así es como las obras o las divinidades alcanzan su existencia y adquieren agencia. Así las flores ganan agencia, a través de estar habilitadas a hacer que sus compañeros polinizadores sean movidos por ellos, y así es como estos últimos pueden ser agentes, a través de su capacidad de hacer que las flores sean capaces de atraerlos, y así ser movidos por ellas. Es por esto que la agencia siempre aparece en un flujo de fuerzas. Agencias nacen en un flujo de fuerzas, en agenciamiento que hacen más agencias, el que hace hacer, el que hace mover, y el que inspira a los otros a ser inspirados, y el que está inducido, movilizado y puesto en movimiento, activado

 

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Eduardo Navarro, Polemphonia, 2018, Art Basel Cities, Cortesía de Nara Roesler y Eduardo Navarro. Fotografía de Sofía Jallinsky.

 

Volviendo a la dicotomía paciente-agente de Gell, en su perspectiva esto no es un esquema contradictorio a lo largo de la dicotomía activo-pasivo. No sólo cada agente puede ser paciente, sino que la “esfera de actividad” y la “esfera de vulnerabilidad” se pueden superponer y “es importante entender, pensar, que los pacientes en las interacciones agente-paciente no son enteramente pasivos, que pueden resistir. El concepto de agencia implica la derrota de la resistencia, dificultad, inercia, etc.47

 

En lo que concierne a la resistencia, me pregunté recientemente (más aún tras leer los artículos de este ejemplar)48 por qué cuando los animales “resisten”, su resistencia parece operar como un vector de la agencia. Por supuesto protestar, negarse, hacer trampa49 y resistir pueden estar vinculadas a la existencia de un “punto de vista experiencial”. Este es en particular el caso del trabajo de Baratay, a quien mencioné anteriormente. El propósito de Baratay (buscar condiciones de la perspectiva animal) era el más convincente, y su intento era el más acabado, cuando Baratay evoca a los “animales trabajadores”, especialmente los caballos en las minas. Como lo plantea la socióloga Jocelyne Porcher –refiriéndose a Haraway– “el trabajo es un elemento particularmente fértil de la ‘naturocultura’ que facilita a los humanos a entrar en el mundo de los animales y vice-versa”.50 Pero esta no es la única razón: en la descripción de Baratay, los animales trabajadores resisten. Esta misma resistencia no sólo expresa su perspectiva en la situación, sino que los acredita con total agencia: tienen opiniones, voluntades, deseos e intereses.51 Sugeriría en esta línea que la mirada de Grandin52 sobre los animales es más interesante, más activa, presente e incluso elocuente, no sólo porque puede compartir su punto de vista, sino porque los conoce en la situación específica en la que resisten. Están enmarañados en una relación de fuerzas.53

 

Porcher pone su hipótesis a prueba tanto explícita como experimentalmente. Dice que los animales de cría están implicados activamente en el trabajo con sus criadores; están trabajando. Pero no los vemos hacerlo. Toman iniciativa; activamente se comprometen para ayudar a su criador, pero uno no lo reconoce. “Las vacas hacen más que simplemente funcionar; invisten su inteligencia y afectos en el trabajo”.54 Porcher y una de sus estudiantes, Tiphaine Schmitt, pasaron mucho tiempo observando y filmando una manada de vacas en particular en un establo. Notaron que todas las ocasiones en que las vacas tuvieron que actuar por iniciativa propia, siguieron las reglas y trabajaron cooperativamente con su criador, anticipando sus acciones para que pudiera terminar su trabajo. También prestaron atención a las estrategias que crearon las vacas para mantener un ambiente pacífico, maniobras respetuosas, el aseo social, y los gestos conciliatorios de las vacas, tal como dejar el paso a una compañera, dejándole a otro tomar su lugar, etc. 

 

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Eduardo Navarro, Hydro Hexagrams (for Tahuata), 2017 Cortesía de Nara Roesler y Eduardo Navarro. Fotografía de Eduardo Navarro. 

 

 

Lo que Porcher y Scmitt observaron es exactamente la razón por la que el trabajo es invisible: el trabajo de las vacas nunca se vuelve perceptible, salvo cuando rehúsan cooperar, ponen límites en lo que puede pasar, desobedecen explícitamente, pretenden no comprender, se esconden, hacen trampa, o cuando por ejemplo intentan deliberadamente enlentecer el ritmo y buscar lugares u oportunidades para evitar trabajar: cuando resisten. Esta resistencia muestra que cuando todo va bien, es porque las vacas se implican activamente. Tal como en el caso del trabajo humano, la colaboración animal en el trabajo es visible cuando no se la consigue. 

 

Cuando todo se sucede como debería, no vemos el trabajo. Como establece Baratay, vemos claramente que las condiciones bajo las que la agencia animal aparece, son condiciones en las que los animales muestran que se pueden resistir, que pueden voltear la cabeza para rehusarse e incluso sabotear el trabajo y sus posibilidades. Encontramos nuevamente implícita esta condición en el testimonio en el trabajo técnico en experimentos científicos: si los animales no cooperan, no puede haber experimento.55 Caso contrario, cuando las vacas van pacíficamente para ser enchufadas a las máquinas ordeñadoras, cuando no patean como protesta, cuando van en orden, se toman en cuenta, cuando se van de las máquinas tras haber sido ordeñadas, cuando se mueven aquí y allá para permitir al criador limpiar sus puestos, cuando hacen como se debe en respuesta a una orden, cuando hacen lo que deben y todo pasa como es supuesto, no lo vemos como prueba de su voluntad de hacer lo que se espera que hagan. 

 

De cualquier forma (probablemente llevaré este punto un poco más lejos), sugeriría incluso que lo que llamamos pensamiento mecanicista, irónicamente, ¡puede que sea en parte por la buena voluntad de los animales mismos! Cuando los animales hacen lo que saben que se espera de ellos, todo parece como una máquina en funcionamiento y su obediencia parece “mecánica”, una palabra que expresa su significado bastante bien. 56

 

Me encanta, por su diferencia, la historia de Vicki Hearne sobre gatos en un marco experimental. Ella había oído cómo algunos investigadores aconsejaban a los jóvenes diciendo que los gatos en general son buenos al principio del procedimiento, pero, añadían, las cosas suelen salir mal tras el primer test. Si le das a un gato un problema para resolver o una tarea que hacer para encontrar comida, va a resolverlo bastante rápido y el gráfico de su inteligencia comparativa muestra una línea bien marcada creciente. Pero los investigadores dicen (incluso si nunca publicaran al respecto): “el problema es que tan pronto como se dan cuenta que el investigador o técnico quiere aumentar la exigencia, dejan de responder; algunos pueden morirse de hambre con tal de no hacerlo”.57 Hearne sugiere “el rechazo a la comida es un signo del cosmos. Cuando uno se desespera por señalar que algo en lo profundo de la naturaleza es negado”. Los gatos, no pueden tolerar situaciones en las que hay sólo una opción, eso es responder en una forma lineal a las expectativas del humano, una especie de complacencia que es en verdad la violación de la naturaleza gatuna. Y este es el caso, dado que “los placeres y expectativas de los seres humanos son profundamente importantes para los gatos”.58

 

“Agentes secretos”, como David Gary Shaw los llama (¡cuán cierto es esto en la supervivencia de Porcher!), se vuelven sujetos a través de la resistencia. Entonces no es fortuito que la búsqueda de “perspectiva”, en el artículo de Fudge, tome esta forma: ella muestra muy convincentemente ejemplos de vacas “resistiendo” para aclarar lo que es ser una vaca en el siglo XVII. También, nos recuerda que algunos animales tienen rutinas y que esas rutinas son más claras cuando son interrumpidas. 

 

A partir de todos estos testimonios, sugeriría que la resistencia animal es el tema de la acción, pero no es el mismo proceso por el que él/ella se vuelven agentes. “Agenciar” (tanto como actar) son verbos relacionales que conectan y articulan narrativas (y necesitan “articulaciones”), seres de distintas especies, cosas y contextos. No hay agencia si no hay interagencia. No hay agencia sin agenciamiento, una relación de fuerzas. 

 

Resistir no es reaccionar, sino abrir respuestas incrustadas en una cascada de “hacer hacer”, el cual se abre a la sorpresa y testifica el compromiso activo de los seres y crea el agenciamiento. En momentos de resistencia, esferas de vulnerabilidad y esferas de actividad se superponen y hacen sobresalir la íntima co-implicación de las criaturas que se comprometen las unas con las otras en una nueva historia. Se vuelven “compañeros agentes” a través de encuentros, conflictos, colaboraciones, fricciones, afinidades; una relación de fuerzas.

 

Agencia no es independencia; una de las lecturas por la que me inclinaría sobre el artículo de Shaw sería, para concluir: no se trata de buscar independencias existentes, sino de reflexionar sobre las múltiples formas en que una criatura depende de otros seres. Ser un agente requiere dependencia hacia muchos otros seres; ser autónomo significa ser pluri-heterónimo. Todos somos agentes secretos dependiendo de las circunstancias, esperando que otro ser nos de nuevas agencias, nuevas formas de ser agentes, actos activos sobre los que deshacer y rehacer los sí mismos precarios a través de un otro. Desde el principio de nuestros tiempos como criaturas vivientes, esta es nuestra historia: una historia que necesita nuevas historias para poder empezar a vivir una secuela. 


 

Universidad de Lieja

 

Agradecemos a la autora por la cesión gratuita de derechos.

 

*Artículo publicado por primera vez en inglés en History and Theory, Theme Issue 52, diciembre de 2013, pp. 29-44. © Wesleyan University 2013. ISSN: 0018-2656. Traducción de Pablo Méndez.




 


 

  1. Donna Haraway, “Sowing Worlds: A Seed Bag for Terraforming with Earth Others”, en Margaret Grebowicz y Helen Merrick (eds.), Beyond the Cyborg: Adventures with Donna Haraway, New York, Columbia University Press, 2013.
  2. En lo que refiere a cuervos, véase: Bernd Heinrich, Mind of the Raven, New York, Harper Collins, 2000; por los turdoides matorraleros: Amotz Zahavi y Avishag Zahavi, The Handicap Principle: A Missing Piece of Darwin’s Puzzle, Oxford, Oxford University Press, 1997; por los elefantes: Cynthia Moss, Elephant Memories: Thirteen Years in the Life of an Elephant Family, Chicago, University of Chicago Press, 2000; y por las ovejas: Thelma Rowell, “A Few Peculiar Primates”, en S. Strum y L. Fedigan (eds.), Primate Encounters: Models of Science, Gender, and Society, Chicago, University of Chicago Press, 2000, pp. 57-71. Muchos otros podrían ser mencionados.
  3. Shirley Strum, Almost Human, New York, Random House, 1987, p. 30.
  4. Susan Crane, comenta en una conferencia.
  5. Lorraine Daston, “Intelligences: Angelic, Animal, Human”, en Lorraine Daston and Gregg Mitman (eds.), Thinking with Animals: New Perspectives on Anthropomorphism, New York, Columbia University Press, 2005, p. 53.
  6. Esto también significa, para mí, escapar de las implacables acusaciones de antropomorfismo que siempre han prevalecido en los debates en torno a la cuestión de la perspectiva.
  7. Véase ,por ejemplo, el trabajo de Temple Grandin, y para una versión muy interesante de su acercamiento, véase el paper de Erica Fudge “Milking Other Men’s Beasts”, en History and Theory, Theme Issue 52, 2013, pp. 13-28.
  8. Jakob von Uexküll, Andanzas por los mundos circundantes de los animales y de los hombre (trad. Marcos Guntin), Buenos Aires, Editorial Cactus, 2016.
  9. Mark Bekoff, “Animal Passions and Beastly Virtues: Cognitive Ethology as the Unifying Science for Understanding the Subjective, Emotional, Empathic, and Moral Lives of Animals'', en Zigon 41, nº 1, 2006, p. 74.
  10. Éric Baratay, Le point de vue animal: Une autre version de l’histoire, Paris, Seuil, 2012.
  11. Konrad Lorenz, “Companionship in Bird Life”, en Claire H. Schiller and Karl S. Lashley Lashley (eds.), Instinctive Behavior, New York, International University Press, 1957.
  12. Pero véase, para una crítica más radical, Marion Thomas, "Rethinking the History of Ethology: French Animal Behaviour Studies in the Third Republic (1870-1940)", tesis doctoral, Centro de Historia de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina, Universidad de Manchester, 2003.
  13. Eileen Crist, Images of Animals, Philadelphia, Temple University Press, 1999, p. 89.
  14. Ibidem, p. 112.
  15. Ibidem, p. 114.
  16. Ibidem.
  17. Jakob von Uexküll, Andanzas por los mundos…, op cit., p. 76.
  18. Carla Hustak y Natasha Myers, “Involutionary Momentum: Affective Ecologies and the Sciences of Plant/Insect Encounters”, en Différences 23, nº 3, 2012, pp. 74-118.
  19. Ibidem, p. 76.
  20. Ibidem.
  21. Ibidem, p. 76-77.
  22. Ibidem, p. 77.
  23. Véase, por ejemplo, el trabajo de Scott Gilbert, quien desafía la visión generalmente aceptada de “individuos”: “La simbiosis está volviéndose un principio central de la biología contemporánea y está reemplazando una concepción esencialista de la ‘individualidad’ con un concepto congruente de acercamiento a sistemas más amplios […] En este artículo informamos que las ciencias zoológicas están descubriendo que los animales están compuestos de muchas especies vivientes, desarrollándose y evolucionando juntas. El descubrimiento de la simbiosis en todo el reino animal está transformando fundamentalmente una concepción clásica de un individuo insular en una en la que las relaciones interactivas entre las especies difuminan los límites del organismo y oscurecen la noción de identidad esencial". Scott F. Gilbert, Jan Sapp y Alfred I. Tauber, “A Symbiotic View of Life: We Have Never Been Individuals”, en Quarterly Review of Biology 87, nº 4, 2012, p. 326. Véase también S. F. Gilbert, E. McDonald, N. Boyle, N. Buttino, L. Gyi, M. Mai, N. Prakash y J. Robinson, “Symbiosis as a Source of Selectable Epigenetic Variation: Taking the Heat for the Big Guy”, en Proceedings of the Royal Society, London B., nº 365, 2010, pp. 371-378.
  24. Carla Hustak y Natasha Myers, “Involutionary Momentum…”, op cit., p. 78. Hustak y Myers se inspiran en la propuesta de Lynn Margulis. Si toda la vida comparte la misma ascendencia, el concepto de que el árbol es la topología correcta debería cuestionarse seriamente. Según Margulis , "un árbol supone que los linajes siguen ramificándose, y ramificándose, y ramificándose desde un ancestro común". Margulis señaló trabajos recientes que demuestran el "movimiento de material genético de una rama a otra" e insistió en que este movimiento "hace que la topología sea una red, una telaraña, y ya no un árbol". Si las imágenes de los árboles representan la filogenia, la lealtad filial y la defensa de la línea familiar, la teoría endosimbiótica de Margulis da cuenta de la innovación evolutiva en la densa maraña de ramas. Los autores añaden: "Si, como nos recuerda el Oxford English Dictionary, la evolución es un 'rodar hacia fuera', una especie de especiación a través de la divergencia en forma de árboles ramificados, nosotros nos acercamos a la involución como el 'rodar, rizar, girar hacia dentro' que reúne a especies distintas para inventar nuevas formas de vida", ibidem, p. 96.
  25. Ibidem, p. 78.
  26. Ibidem, p. 86.
  27. Ibidem, p. 93.
  28. Bruno Latour, “Which Language Shall We Speak with Gaia?”, conferencia para la ocasión del simposio del Premio Holberg, 2013, “From Economics to Ecology”, Bergen, Noruega, 4 de junio de 2013.
  29. Isabelle Stengers, Cosmopolitics (trad. R. Bonomo, Minneapolis), Minnesota, University of Minnesota Press, 2010.
  30. Donna Haraway habla de "apenas-afinidades" o "afinidades parciales": "El yo conocedor es parcial en todas sus formas, nunca está terminado, entero, simplemente está ahí y es original; siempre está construido y cosido imperfectamente, y por lo tanto es capaz de unirse a otro, de ver juntos sin pretender ser otro". Aquí está la promesa de la objetividad: un conocedor científico busca la posición de sujeto, no de la identidad, sino de la objetividad: es decir, la conexión parcial". Donna Haraway, “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”, en Simios, Cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza (trad. Manuel Talens), Madrid, Ediciones Cátedra, 1995, p. 313.
  31. El antropólogo Eduardo Viveiros de Castro nos recuerda que el afín es ante todo un Otro, y siempre está mediado por un tercer término (por ejemplo, el cuñado está siempre en referencia a una hermana). El afín siempre está conectado "à la limite", "ad finitum". Eduardo Viveiros de Castro, “Perspectival Anthropology and the Method of Controlled Equivocation”, en Tipiti: Journal of the Society for the Anthropology of Lowland South America 2, nº 1, 2004, pp. 3-22.
  32. En este sentido, se puede sugerir que las prácticas científicas de este tipo involucran a los científicos en el proceso de involución cuando exploran, con otros organismos, nuevas formas de vivir con y junto a los demás, ya que están representando/transformando/inventando el mismo proceso que tratan de describir.
  33. Ian Baldwin, en Carla Hustak y Natasha Myers, “Involutionary Momentum…”, op cit., p. 103.
  34. Ver sus comentarios sobre el trabajo de Thelma Rowell con ovejas en Bruno Latour, “A Well Articulated Primatology: Reflections of a Fellow Traveler”, en S. Strum and L. Fedigan (eds.), Primate Encounter: Models of Science, Gender, and Society, Chicago, University of Chicago Press, 2001, pp. 358-382.
  35. Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia (trad. José Vázquez Pérez), Valencia, Editorial Pre-textos, 2004.
  36. Ibidem, p. 51
  37. Eileen Crist, Images of Animals..., op cit., p. 36.
  38. Bruno Latour, “Factures/Fractures: From the Concept of Network to the Concept of Attachment”, en Res 36, otoño 1999, pp. 20-31.
  39. Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas…, op cit., p. 278.
  40. "Haecceidad" es un término medieval que denota las cualidades, propiedades o características discretas de una cosa que la convierten en algo particular. La haecceidad es la "esteidad" de una persona u objeto. Nikolas Rose escribe (y aclara): "podemos actuar sobre nosotros mismos para habitar tales formas no subjetivas de existencia. Estas formas no subjetivadas [son lo que] denominan "haecceidades", modos de individualización que no son los de una sustancia, una persona, una cosa o un sujeto, sino una nube, un invierno, una hora, una fecha....". Nikolas Rose, Inventing Our Selves: Psychology, Power, and Personhood, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1998, p. 170.
  41. Giles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas…, op cit., p. 268.
  42. Alfred Gell, Arte y agencia: una teoría antropológica (trad. Ramses Cabrera Olivares), Buenos Aires, Sb Editorial, 2016. Para resituar el problema de Gell: la antropología es una disciplina social que pretende estudiar las relaciones sociales; no es la disciplina que pretende estudiar la cultura. Por lo tanto, la antropología del arte no debería ser lo que la historia del arte pretende hacer, es decir, "recuperar la 'forma de ver' que los artistas de un [determinado] período suponían implícitamente que su público traería al período". La elucidación de los sistemas estéticos no occidentales no constituye una "antropología del arte", que es un programa cultural y no social. "La antropología del derecho, por ejemplo, no es el estudio de los principios ético-jurídicos –las ideas de otros pueblos sobre el bien y el mal–, sino de las disputas y sus resoluciones, en el curso de las cuales los contendientes suelen apelar a tales principios. Del mismo modo, la antropología del arte no puede ser el estudio de los principios estéticos de tal o cual cultura, sino de la movilización de los principios estéticos (o algo parecido) en el curso de la interacción social". Esto lleva a Gell a considerar el arte como un sistema de acciones, con la intención de cambiar el mundo en lugar de codificar propuestas simbólicas sobre él. Toma como ejemplo el escudo de un guerrero: el diseño no es para que el guerrero oponente lo vea en un campo de batalla como un objeto estético: es indiscutiblemente "una obra de arte del tipo que interesa al antropólogo, pero sus propiedades estéticas (para nosotros) son totalmente irrelevantes para sus implicaciones antropológicas. Antropológicamente, no es un escudo "bello", sino un escudo que induce al miedo. Los innumerables matices de las respuestas emocionales sociales a los artefactos (de terror, deseo, asombro, fascinación, etc.) en los patrones de desarrollo de la vida social no pueden ser abarcados o reducidos a sentimientos estéticos...".
  43. Ibidem, pp. 13-14.
  44. Sin embargo, distingue una categoría de agentes que son "autosuficientes" y autónomos –como los humanos– y agentes secundarios, que son agentes en conjunción con ciertos asociados (humanos) específicos (Ibidem, p. 17). Estoy radicalmente en desacuerdo con esta distinción en la medida en que no conozco (y nunca he conocido) un agente "autosuficiente" y autónomo. Esta distinción debilita considerablemente la propuesta de Gell y parece contradictoria con su muy original e interesante especulación. Como mi objetivo no es discutir a este autor, sino buscar en su obra los recursos para ayudarnos con el "agente secreto", no voy a discutir más este punto (contentándome con señalarlo honestamente: Gell, si aún estuviera vivo, probablemente no me seguiría hasta el final en el desarrollo de estas cuestiones).
  45. Ibidem.
  46. Bruno Latour, "The Promises of Constructivism", en Don Ihde (ed.), Chasing Technology: Matrix of Materiality,, Indiana Series for the Philosophy of Science, Bloomington, Indiana University Press, 2003, pp. 27-46. Disponible en: http://www.bruno-latour.fr/node/166.
  47. Alfred Gell, Arte y agencia…, op cit. Y añade: "Los objetos de arte son característicamente 'difíciles'. Son difíciles de fabricar, difíciles de 'pensar', difíciles de negociar. Fascinan, obligan y atrapan, además de deleitar al espectador. Su peculiaridad, intransigencia y rareza es un factor clave en su eficacia como instrumentos sociales".
  48. La autora se refiere a History and Theory, Theme Issue 52, diciembre de 2013, Wesleyan University. ISSN: 0018-2656. [N. del T]
  49. El engaño podría ser la pista más destacada a favor de este "punto de vista experiencial", sobre todo porque, como afirman los etólogos cognitivos, el engaño se basa en la posibilidad de adoptar la perspectiva de otro ser. En otras palabras, un animal que utiliza una táctica de engaño necesita la mayoría de las veces comprender la mente y las creencias de otro individuo para poder engañarlo, es decir, el animal es capaz de adoptar los puntos de vista de los demás. Véase, por ejemplo, David Premack y George Woodruff, "Does the Chimpanzee Have a Theory of Mind?", en Behavioral and Brain Sciences, nº 4, 1978, pp. 516-526; véase también, para una muy buena revisión, Lucy Bates y Richard Byrne, "Creative or Created: Using Anecdotes to Investigate Animal Cognition", en Methods, nº 42, 2007, pp. 12-21.
  50. Jocelyne Porcher y Tiphaine Schmitt, “Dairy Cows: Workers in the Shadows?”, en Society & Animals 20, nº 1, 2012, pp. 39-60; el énfasis es mío. Véase también J. Porcher, Vivre avec des animaux: une utopie pour le XXIe siècle, Paris, La Découverte, 2011 y Vinciane Despret y Jocelyne Porcher, Etre Bête, Arles, Actes Sud, 2007.
  51. Es interesante observar aquí la descripción que Porcher, inspirado en el psicoanalista francés Christophe Dejours, hace del "trabajo": "el poder del trabajo es triple: transformar el mundo, objetivar la inteligencia y producir subjetividad. La relación subjetiva con el trabajo representa una relación fundamental con la vida". Jocelyne Porcher y Tiphaine Schmitt, "Dairy Cows…”, op cit.
  52. Erica Fudge, “Milking Other…”, op cit.
  53. Incluso Grandin se ve envuelta en esta relación de fuerzas, ya que tiene que actuar con (y sobre) esta resistencia. Ella misma se convierte en agente a través de sus encuentros con el ganado. Su descripción de estas situaciones mismas, crean esta relación, generando el agenciamiento y formando parte de él. Esto me permite no diferenciar, como los historiadores podrían verse obligados a hacer, entre las descripciones de situaciones en el pasado y las representaciones actuales. Por supuesto, las intervenciones de Hustak y Myers, por ejemplo, se basan en gran medida en las descripciones de Darwin: qué descripciones están justificadas podría ser una cuestión más problemática para los historiadores (véase, de nuevo, Erica Fudge, “Milking Other…”, op cit.). Pero como considero que el análisis de Hustak y Myers forma parte activa del agenciamiento, el propio agenciamiento quedaría desmembrado si intentara desvincular las descripciones de Darwin de lo que estos dos historiadores hacen con ellas.
  54. Jocelyne Porcher y Tiphaine Schmitt, "Dairy Cows…”, op cit.
  55. Véase también el hermoso artículo de Robert Kirk sobre Michael Robin Chance: "Between the Clinic and the Laboratory: Ethology and Pharmacology in the Work of Michael Robin Alexander Chance, c. 1946-1964", Medical History 53, nº 4, 2009, pp. 513-536. El artículo analiza "la importancia de la etología para la ciencia experimental de Chance, con especial atención a cómo la etología impregnó al animal de laboratorio con características, sentimientos y necesidades subjetivas ‘naturales’. Por lo tanto, Chancer reconfiguró la relación entre el experimentador y el animal de experimentación como una relación basada en la obligación y lacooperación mutuas. Esto [...] ha abierto un nuevo territorio en el que el reconocimiento explícito de una relación ética entre el investigador y el animal de laboratorio se convirtió en una parte necesaria de la práctica experimental".
  56. Pero también podemos sugerir que la forma en que se organiza el trabajo no pone en primer plano las oportunidades reales de los animales para actuar de forma no mecánica, como escribe Porcher citando a Christophe Dejours: "Ser inteligente en el trabajo siempre significa apartarse de los procedimientos y las instrucciones. Trabajar bien implica violar las recomendaciones, los reglamentos, los procedimientos, los códigos, las especificaciones y la organización normativa. Sin embargo, en muchas situaciones de trabajo, el control y la vigilancia de los gestos, los movimientos, los métodos operativos y los procedimientos son rigurosos, si no severos, con el resultado de que la inteligencia en el trabajo está a menudo condenada a permanecer discreta, o incluso oculta" (Jocelyne Porcher y Tiphaine Schmitt, "Dairy Cows…”, op cit., p. 43). Yo añadiría que, en ese caso, tanto los humanos como los animales son "agentes secretos".
  57. En la psicología humana, tal cosa difícilmente podría ocurrir: la mayoría de nosotros respetamos la autoridad académica y resolveremos el problema por "el bien de la ciencia". Tal vez deberíamos sugerir que los seres humanos están menos equipados para la agencia que los animales en entornos experimentales. Véase Vinciane Despret, Our Emotional Makeup: Ethnopsychology and Selfhood, Nueva York, Other Press, 2004.
  58. Vicki Hearne, Adam’s Task: Calling Animals by Name [1986], New York, Skyhorse Publishing, 2007, pp. 225-226.
Vinciane Despret
Vinciane Despret

Vinciane Despret nació en Lieja (Bélgica) en 1959, donde reside y enseña filosofía de las ciencias. Se graduó en Filosofía y Psicología en la Universidad de Lieja, especializándose en los cruces entre la experimentación científica, la antropología cultural, la etología, la psicología animal y la epistemología de las ciencias. Sus principales estudios revisan la relación entre seres humanos y animales y los modos en que el pensamiento filosófico y la ciencia humana establecen nexos con el “mundo animal”, posicionándose desde la perspectiva de la otredad. Muy influenciada en un principio por William James, sus trabajos ahondan en los vínculos y en la manera en que cada ser posibilita ser afectado por el otro, en una lógica interdependiente. Publicó, entre otros, los libros Esas emociones que nos fabrican: etnopsicología de la autenticidad (1999), Cuando el lobo habitará con el cordero (2002), Hans el caballo que sabía contar (2004), Bestias y hombres (2007), Ser bestia (2007), Pensar como una rata (2009), Qué dirían los animales... si les hiciéramos las preguntas correctas (2012), A la felicidad de los muertos. Relatos de aquellos que quedan (2015), Habitar en pájaro (2019). A su vez, junto a Isabelle Stengers han publicado Mujeres que hacen escándalo, las hijas desobedientes de Virginia Woolf (2011). Participa del colectivo pluridisciplinario afrontando la enfermedad de Huntington, Dingdingdon.