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“Tempo, movimiento o aire”, por Miguel Garutti

“Tempo, movimiento o aire”, por Miguel Garutti

 

Una tarde, caminando por las afueras de Pitalito, un campo me llamó la atención. Estaba lleno de postes de electricidad equidistantes, aunque todavía no tenían cables. Mis amigxs me explicaron que en uno o dos años iba a transformarse en ciudad. Cruzamos el alambrado y nos quedamos sentadxs un buen rato, fantaseando con los movimientos y sonidos de los próximos cien o doscientos años. Pero los animales que estaban viviendo ahí nos traían de nuevo al presente. ¿Cuál presente? Una vaca parecía conversar con otra que estaba a unos quinientos metros. Muy lento, increíblemente lento si se comparaba con los doscientos años condensados en un segundo de nuestra fantasía, más parecida al tempo de los insectos que nos rodeaban en nubes. ¿Lo que estaban haciendo las vacas era sólo comunicarse? ¿No había algo en la forma de variar, de esperarse, que era muy parecido a una música?

 

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Urbanización en Pitalito, Huila, Colombia

 

Todavía no me había enterado de que existía la zoomusicología.1 Creo que, si bien lo sospechaba, nunca me había planteado seriamente que la cultura podía ser un fenómeno generalizado en varias especies. Dicen los etólogos que la información puede transmitirse entre individuos de un grupo y permanecer por varias generaciones, solo por imitaciones o normativas, sin mediar ninguna determinación genética.2 Un caso famoso es la represa de seiscientos cincuenta metros, en Montana, Estados Unidos, que terminaron los nietos y bisnietos de los castores que la diseñaron, después de cuarenta años de construcción. Pasa algo parecido con los juegos y las canciones.3

Ese día no teníamos evidencias, pero estábamos segurxs de que todxs lxs que estábamos ahí compartíamos algún tipo de sensibilidad a la música. De hecho, esta falta de evidencias fue el punto de partida para imaginar una situación en la que se encontraran por un rato todos esos tempi más o menos paralelos. A los pocos días volvimos con música acusmática pensada para ese lugar. 

Desde entonces hice algunas obras móviles para animales que viven con humanos sin ser mascotas. Charlando con amigxs sobre todo esto, algunas palabras empezaron a ser recurrentes: ¿Antropomorfismo? ¿Antropocentrismo? ¿Música (neo)modernista? ¿Música ritual? ¿Música o sonido? ¿Tiempo pero también espacio? ¿Contaminación? ¿Experimento? ¿Ego o eco? También me empezaron a llegar compilados de videos de animales reaccionando a las músicas más diversas, un disco grabado en un zoológico recomendado para hacer samples, historias de contactos sónicos interespecies, libros y papers con investigaciones que creían razonable extender las ideas de musicalidad y experiencia estética a otras especies. Lo que había empezado como fantasía turística me estaba llevando a descubrir y participar de una escena, situación que se confirmó en el encuentro de Valparaíso.4 En lo que sigue presento algunas de las ideas y preguntas que conté y escuché esos días, y que sigo frecuentando.

 

Cantidad de cosas

 

Un auto entra al potrero, su conductora se baja, abre el baúl y aparece un gran equipo de sonido. Vuelve a entrar y pone play. Al terminar la pista, cierra el baúl y se va en reversa. 

 

Stock fue mi primera música acusmática móvil para animales no humanos. Estuvo dedicada a los que viven en el límite entre la ciudad y el campo. Pitalito, Colombia, tenía casi 120.000 habitantes y estaba en pleno proceso de expansión. La mitad de la ciudad eran comercios saturados de mercancías de todo tipo, que le daban un aire de frontera. Me explicaron que había sido una de las consecuencias de lo que por entonces llamaban “posconflicto”, proceso que incluyó la apertura de una ruta por la que la cocaína viaja desde la selva al mar. Me impresionó ver más de cuatro locales especializados en osos de peluche y también otros que tenían varias cajas llenas de corderos de plástico para el pesebre. Una buena parte de estos comercios apuntaban sus parlantes a la calle con música o animadores describiendo sus productos. Al ambiente se sumaban los autos tuneados y los carros con caballos, algunos de los cuales también tenían parlantes.

 

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Stock, captura del video de registro (crédito: Felipe Vásquez)

 

En el potrero listo para ser loteado donde sucedió Stock descansaban tres de estos caballos, que fueron los que demostraron más interés en la música. Usé sólo sonidos de la ciudad transformados con la técnica más rudimentaria de la música concreta: cambiar la velocidad de las grabaciones, cortarlas y superponerlas. Después de un rato, se acercaron al auto y tomaron distancia, atentos. Justo antes del final de la pista, cuando estaba por empezar la coda, pasó una moto. Fue el único momento en que relincharon.

 

Superpoblación 

Casi todxs ahí éramos de especies invasoras.5 Extrañxs, pero no tan distantes. Los caballos trabajan en la ciudad llena de autos y parlantes. Lxs dueñxs de autos y lxs músicxs acusmáticos dedican sus mejores horas a ostentar sonido. Se juntan en tropillas. Algunos, más tímidxs, en estudios y salas de conciertos, sonando unx cada vez. Otrxs, todxs al mismo tiempo, con sus fieras mecánicas hambrientas de atención, que provocan minisismos por donde pasan. Compiten por la potencia que alimentan con baterías de avión; sucede algo parecido con la cantidad y calidad de parlantes en las salas de concierto acusmáticas. Tampoco eran extraños los parlantes para Mariel, mi amiga que manejó el auto. Hacía unos días se había paseado con uno inalámbrico cantado sobre el calentamiento global, dragueada con papel aluminio, en la plaza principal de Pitalito.6 No hacía tantos años que este potrero había dejado de ser selva. Los machetes, hachas, motosierras y topadoras le habían preparado el terreno a los parlantes. 

 

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Uno de los locales especializados en osos de peluche del centro de Pitalito, Huila, Colombia

 

Mi teléfono me acaba de recomendar una nota del diario: “para ballenas y delfines no hay cuarentena”, los bombardeos acústicos de barcos noruegos que buscan petróleo en la Patagonia generan una onda expansiva de trescientos kilómetros cuadrados, son ocho veces más potentes que el despegue de un avión.

 

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Auto en Bogotá, Colombia

 

Otro recordatorio de que los contactos sónicos entre especies son generalmente experiencias desagradables. Y si son agradables, suelen conducir al cautiverio, como la serpiente y el encantador, o a la muerte, como las ratas de Hamelin. En Buenos Aires hay un caso de este tipo de contacto, poco conocido a pesar de sus consecuencias, que, por el contrario, generó vida a niveles de superpoblación. A principios del siglo XX, Benito Bedoya montaba espectáculos en la costanera con cientos de palomas libres a las que les pintaba las alas de colores, las besaba y guiaba en el aire con su silbato.7 Estas coreografías fueron tan exitosas que el intendente le pidió que construyera palomares en las plazas. Desde entonces se transformaron en una plaga que los nuevos intendentes resolvieron controlar con aves rapaces.8 A veces veo el video de Benito en loop. Me pregunto si sus días eran así, vestido de blanco, en una plaza tranquila, rodeado de palomas y niñxs. Y también si las palomas disfrutaban ser pintadas tanto como lxs niñxs, que parecen entenderlo todo cuando Benito se tira al piso y se levanta eufórico. ¿Les gustaba tener alas de otro color?

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James A. Fitz Patrick para Metro Goldwyn Mayer, Romantic Argentina, de la serie Traveltalks, 1932, capturas.

 

Tiempo de superficie

Antes de los metrónomos y sus pulsaciones por minuto, los tempi de la música se indicaban con palabras que además de velocidad sugerían un “carácter”, un estado de ánimo, un temperamento. Era alegre, tranquila, viva, decidida, lejana, agitada, resuelta o agresiva.  Sugerencias aproximadas tanto de sensaciones de movimiento –o como se traduce al portugués andamento, la velocidad con la que se anda– como de un “aire”, que es otro sinónimo de tempo en español. Cuando escuchamos las vacas y los insectos esa tarde en Pitalito fue la primera palabra que se me vino a la mente. Podría haber sido ritmo, incluso ritmo de superficie, como se le dice en teoría de la música al inventario de todo lo que suena al mismo tiempo.9 Pero no había nada que medir, nada para contar. 

Todos esos tempi, incluso el de nuestra fantasía de un futuro saturado de parlantes, eran tan evidentes como indescifrables. Era evidente que el tempo de las vacas y los caballos era mucho más lento que el nuestro, pero saber eso no hacía menos críptica su música. Seguir ese aire de caballos o vacas acercaba bastante nuestros mundos. Era más difícil trazar líneas que los definieran como mundos aparte, porque en su flexibilidad absorbían interferencias de otras regiones temporales. Escuchándolas, pudimos bajar la velocidad de nuestros movimientos y expectativas.

  1. Desde fines del siglo XIX, las investigaciones etnomusicológicas impulsaron, sin demasiado éxito, la búsqueda de universales musicales por fuera de la tradición europea. Esta búsqueda se fue desplazando en gran medida al análisis de la cognición, percepción y procesamiento de la música. En esta línea, la zoomusicología, la biomusicología y la bioacústica plantean diversas cuestiones en torno al continuo naturaleza-cultura, incluidos los orígenes evolutivos de la música y su base biológica, la comparación de las facultades de la música y el lenguaje y el análisis de las cualidades expresivas y comunicativas de los sonidos de animales no humanos, entre otros. Ver François-Bernard Mâche, Musique, mythe, nature, ou, Les dauphins d'Arion, Paris, Meridien, 1983; Nils Lennart Wallin, Biomusicology: Neurophysiological, Neuropsychological and Evolutionary Perspectives on the Origins and Purposes of Music, Stuyvesant, N.Y., Pendragon, 1991; Emily Lenore Doolittle, Other Species’ Counterpoint. An Investigation of the Relationship between Human Music and Animal Songs (Tesis doctoral), New Jersey, University of Princeton, 2007; Dario Martinelli, “Introduction (to the Issue and to Zoomusicology)”, en TRANS-Revista Transcultural de Música 12, SIBE-Sociedad de Etnomusicología, 2018. Disponible en http://www.sibetrans.com/trans/publicacion/3/trans-12-2008; Hollis Taylor, “Introduction à la zoömusicologie”, en Zoomusicology, Paris, 2011. Disponible en http://www.zoomusicology.com/Zoomusicology/Introduction.html; Marisa Hoeschele, Hugo Merchant, Yukiko Kikuchi, Yuko Hattori y Carel ten Cate, “Searching for the Origins of Musicality Across Species”, en Philosophical Transactions of the Royal Society B, Biological Sciences, vol. 370, n. 1664, London, The Royal Society, 2015.
  2. Richard Dawkins demostró que algunos patrones de conducta en el canto de pájaros y en la manipulación de herramientas en simios no están genéticamente programados, sino que se replican como aprendizajes, replicadores conductuales interindividuales que el etólogo denominó “memes”. Con sus respectivas escalas temporales, los dos tipos de replicadores, orgánicos y culturales, generan procesos evolutivos que se intermodulan (ver Manuel DeLanda, Mil años de historia no lineal. Una deconstrucción de la noción occidental del progreso y de la temporalidad, Barcelona, Gedisa, 2010 [1997]). Estas interacciones se pueden rastrear a muy corto plazo, por ejemplo, en la influencia bioquímica que tiene la ingesta de alimentos en los estados de ánimo. Un estudio demostró que los desayunos con una alta proporción de carbohidratos o proteínas influyen en la toma de decisiones: incrementan los comportamientos autopunitivos referidos a violaciones de las normas sociales; ver Sabrina Strang, Christina Hoeber, Olaf Uhl, et al., “Impact of Nutrition on Social Decision Making”, en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, vol. 114, n. 25, 2017. Disponible en https://www.pnas.org/content/114/25/6510.
  3. Sobre las nociones de juego, simpatía y creatividad en el continuo humano-animal, Brian Massumi desarrolló el concepto de “política animal” que no solo propone una nueva lógica en el análisis de los comportamientos instintivos que acepta las contradicciones –una suerte de “tercero incluido”–, sino también lo que de este modo podría considerarse “pensamiento animal”, en su distancia y proximidad de las capacidades de lenguaje y conciencia reflexiva. Ver Brian Massumi, What Animals Teach Us about Politics, Durham, Duke University, 2014.
  4. Me refiero al seminario de bioacústica y ecologías sonoras: "Otras escuchas: el sonido en el mundo natural", organizado por Tsonami entre el 19 y el 21 de julio de 2019, en el Museo de Ciencias Naturales de Valparaíso, Chile.
  5. Los artículos del libro Trash Animal [Animal Basura. Cómo vivimos con especies inmundas, salvajes, invasoras y no deseadas] son un buen catálogo de análisis de esos encuentros problemáticos; ver Kelsi Nagy y Phillip David Johnson II (comp.), Trash Animals. How We Live with Nature’s Filthy, Feral, Invasive, and Unwanted Species, Minneapolis, University of Minnesota, 2013. El concepto de especie ha sido frecuentemente cuestionado por la imprecisión que sus diversas caracterizaciones implican en términos ontológicos –en tanto estabilización de pluralidades individuales y en cambio permanente– y éticos, ante la imposibilidad de establecer mediante este concepto una excepcionalidad específica de lxs Homo Sapiens; ver Alejandro Villamor Iglesias, “La problemática entorno al concepto de especie biológico y sus implicaciones éticas”, en OXÍMORA Revista Internacional de Ética y Política, n. 13, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2018.
  6. www.marielsmit.com/pitalito-parque-principal.html
  7. Conocí a Benito en el cortometraje Romantic Argentina, filmado por la Metro Goldwyn Meyer en Buenos Aires en 1932 para la serie Traveltalks. James A. FitzPatrick, “la voz del globo”, recorría el mundo documentando para el público estadounidense lo más extraño de cada lugar. En la secuencia de Benito, su relato termina “es más que un artista”. Video disponible en www.youtube.com/watch?v=O2Bvvt7sUA4
  8. La segunda pieza de la serie de música acusmática para animales, S2, estuvo dedicada a una especie que oscilaba entre la decoración y la plaga. A principio de 2018 los gansos de los lagos de los Bosques de Palermo pasaron por una situación traumática: entraron en superpoblación y el Estado intervino llevándose al ochenta por ciento de ellos a “otros lagos”, según declararon en los diarios.
  9. Uno de los proyectos más ambiciosos de reflexión sobre el ritmo es Rythmanalysis, que Henri Lefebvre propuso como nuevo campo de conocimiento. Inseparable de la comprensión del tiempo, el ritmo se encuentra en el funcionamiento repetitivo de nuestros pueblos y ciudades y en el movimiento a través del espacio. Por esta razón, su análisis rastrea diversos temas referidos a las escalas temporales biológicas y sociales que articulan la vida cotidiana: los objetos, los medios de comunicación, la política, el adiestramiento de animales y la música, entre otros. El ritmo, sintetiza Lefevre, está “en todas partes donde hay interacción entre un lugar, un tiempo y un gasto de energía”. Ver Henri Lefebvre, Rhythmanalysis. Space, Time and Everyday Life, New York, Continuum, 2004 [1992], p. 15.
Miguel Garutti
Miguel Garutti

Músico e investigador. Se graduó en Artes en la Universidad de Buenos Aires, donde trabaja en su tesis de doctorado sobre la música electroacústica latinoamericana en los años setenta. Realizó estudios de piano, composición y tecnología en el Conservatorio Provincial de Pehuajó, en la Universidad Nacional de Quilmes y en la Universidad de San Pablo, Brasil. Fue agente del Centro de Investigaciones Artísticas (CIA) en 2016. Desde 2018, trabaja en la preservación de cintas de audio en el Laboratorio de Investigación y Producción Musical del Centro Cultural Recoleta y colabora en el Archivo de Música y Arte Sonoro Fernando von Reichenbach (UNQ). Coprograma el ciclo de conciertos de música acusmática Fantasía y Abstracción. En sus últimos trabajos explora las relaciones cronoestésicas entre diferentes especies.